viernes, 31 de octubre de 2008

Yo no tengo un infierno que ofrecerle

Alguna vez soñé que se abrían las puertas del infierno que nos diseñó Rodin, y salían los millares de besos que escupen sus fuegos valientes. Tal vez no fue sueño. Tal vez sólo una leyenda que contaron los recuerdos, una conversación interrumpida por espacios distintos. De pronto tanta paradoja junta y encrucijadas ficticias que sólo tienen un camino: el de siempre, el que hemos recorrido. Y si soñar abre puertas de infernos y resucita a las muchachas tristes que alguna vez nos hicieron reír, soñar puede llevarnos al absurdo, al reclamo inconsistente de un quizás nunca erguido. Nos atrevemos a lanzar reclamos que con insolencia retumban, y el color de la memoria es incandescente vivo. Despertamos y lloramos lágrimas de vigilia que congelan, que enfrían las osadías de sueños y arrebatan la locura hecha cuerpo que habíamos intentado fumar. Aún nos quedan los embrujos, el palpitar taquicárdico que cargaremos por siempre, el insomnio de la ausencia, las gotas de sudor donde antes nunca existieron. Y entonces respiramos profundo como los machos, pretendiendo valentía dentro de esta comodidad tan cobarde. No existen otros caminos. Nadie nos ha invitado a recorrerlos. Las puertas del infierno están hechas de bronce.

Cuando estemos de nuevo con nosotros

Algún día, quizás, no lo sé. Cuando la soledad haga las paces con nuestros silencios, y la hora de la ducha no sea un psicoanálisis de espejo. Cuando el futuro nos alcance y nos corte de un tajo, cuando la noche caiga y sean las 2 de la madrugada. Cuando yo no escriba más cartas sin destino, cuando viajemos en el tiempo, cuando dejemos caer nuestras angustias. Yo estaré cabizbaja, como diría un chusmilla, y esperaré noticias cuando el reloj dé las siete. El sillón que compré ayer será nuestro sillón. La casa dormirá vacía, y ya no nos separarán las calles de San José, sino los Pirineos. Diremos nuestros nombres al recorrer callejones oscuros, y reiremos los chistes que 10 años atrás no hicieron ninguna gracia. Te buscaré en las sombras, te perderé todo el tiempo, y lloraré las horas que faltan para que llegue tu tren a mi ciudad. Me dormiré en la estación para evitar las nauseas, mientras algún extranjero perdido da mil vueltas alrededor de mi banca sin llegar a ningún lugar. Cuando estemos de nuevo con nosotros, si es que estamos, las geografías del mundo nos abrirán llagas profundas, sin matarnos.

jueves, 23 de octubre de 2008

volvín

volvió Mali con los ojos repletos y las manos exhaustas, cansadísimas de tantos días si tocar pieles morenas. volvió Mali con una seca semanífica, con cargamentos mágicos añejos que se vuelve inexorable gastar. volvió Mali con la voz ronqueta y los senos paranasales saturados de mocos, con la saliva efervescente, cual espuma de mar, con las teclas gastadas y las mildoscientastantas páginas digeridas. volvió Mali con su zaaa! y su hidroponía, con los paroxismos de siempre, y el olor de gato-negro ausente, y las cartas todavía pendientes, y las muchas-muchísimas-ganas de salir corriendo en bloque por las calles y los barrios hasta llegar a cualquier lugar. volvió Mali con más rumbo que camino, con más ganas que esperanza, con la vida hecha nuditos por cada pedacito del pelo. volvió para encontrarse con chusmillas chichosos y con chichas chicheras, con la muertes cotidianas que saben mejor con un plato de papas. volvió con volvín galego. volvió, volvió! Mali volvió con todo, con menos de lo que tenía, con más de lo que antes tuvo. volvió este heterónimo nuestro que guardamos en la voz. volvió hambrienta y furiosa. volvió, finalmente volvió.

martes, 7 de octubre de 2008

qué mierda cuando no queda tiempo ni para escribir que es en mi caso igual que pensar y entonces no queda más que llorar y reír y leer 40 páginas de foucault al día todo con la mente en blanco absolutoblanco que recibe y siente y siente pero no procesa nada ni sabe de dónde vienen sus dolencias como un perro emborrachado que no es lo mismo que borracho porque el primero es consecuencia pasiva y el último acción volitiva y yo sigo sin un mísero segundo para sentarme a pensar y a escribir y a entender los enredos que sienten mis carnes mis ojos y mis cachetes que palpitan como viejillas deformadas por hincarse desde hace más de 8 décadas en las bancas de una iglesia sigo sin sentirme yo ni escribirme que es lo mismo y entonces no tengo tiempo para nada que sea mío ni para mí ni mis sentires ni mis lágrimas ni pensamientos solamente soy máquina que respira y lee a foucault y a un tal bauman y busca desesperadamente una forma inexistente de darle algo de validez a su estúpido y añejo proyecto de tesis