sábado, 26 de abril de 2008

Mujer de adicción mujer

Me llevo
todos tus pedacitos de risas regadas,
tu gran angustia ante el no-sabemos,
tu sabia ira contra un final extranjero
y tus dos manos,
con todos tus dedos,
que han quedado tatuados en cosquilleos ausentes
por todo mi cuerpo.
Me llevo este final que aun postergo,
mi obsesiva ansiedad al no encontrarte,
mi pegajosa culpa por seguir buscándote,
y todos los poemas que no llegué a darte jamás.
(podés quedarte con los que di)
Me llevo este final ausente,
este nunca-más tan imposible
plagado de besos pendientes que procuramos siempre dar.
Te dejo
todo el silencio que tengo,
algunas varias canciones,
un closet que se ha quedado sin puertas,
un bosque en pañales, cuarenta flores muertas, no sé.
Te dejo lo que te he dado y me llevo solamente a mí,
arrastrada, en medio de un berrinche,
arrastrada sin querer llevarme,
caminando sin avanzar demasiado
hacia un imposible final.

Ella era Xinia

[Dedicado a todas la Xinias, especialmente a las que no existen]


Pensé de entrada que era Lucía. Luego se me ocurrió que podía ser cualquiera. Así que preferí escribirles a todas (a Lucía, a Andrea, a la otra Andrea, a Nuria, a Elvis y a Irene). Por supuesto que me faltaron muchas más, pero se hace lo que se puede. No conozco a todas las mujeres, al menos no a todas las que quisiera conocer. Ahora pienso que Xinia es cualquiera, que son todas (bah, por supuesto que no son todas, si nadie es todas las mujeres, y todas las mujeres no son nadie a la vez). Pero finalmente se me hizo un colocho en la cabeza. Aquella broma (muy bien pensada) que la creadora de Xinia quiso jugarme se convirtió una especie de catarata sin grifo que chorreó con inimaginable fuerza por las curvas húmedas de mis sesos. Ahora buscaba a Xinia, me empeñaba en encontrarla, me ilusionaba descubrirla. En el fondo, muy en el fondo, creo que me ilusionaba pensando que talvez existía esa mujer. Pero por supuesto que siempre volvía a ser yo, y mi inalienable suspicacia, mi delicioso escepticismo, aplastaban desordenadamente aquella tonta confusión. Alguna de ellas era Xinia. Pero qué más da, ninguna era la Xinia que yo quería encontrar.