miércoles, 13 de octubre de 2010

La derrota de La Mina, o sobre cómo triunfa en los medios la opresión

para indira

Una amiga se dio a la ardua tarea de contestar a todo lo que la gente publicaba hoy en fesibuk sobre los mineros chilenos, con mensajes que seguían la siguiente fórmula: “Cristobal Colon = Industrias Infinito Gold... No mineria en Crucitas!!” a mí me resultó refrescante entre tanto triunfalismo emotivo en el que el mundo entero parece celebrar la victoria de Chile contra la horrible mina voraz.

No es que no me alegre del rescate, hay que aclararlo, lo celebro como ustedes. Yo también me senté frente al televisor y vi salir al primer minero, emocionada con sonrisa en cara y cosquilleo de apetito de abrazo. Pero al mismo tiempo, frente a la pantalla, vigilante de un rescate grandioso, mi estómago se retorcía solo y hacía un barullo tremendo que no me dejaba escuchar las palabras del presidente Piñera. La indigestión fue entonces inevitable.

Me encontré frente a un espectáculo de poder inimaginable. La instrumentalización mediática me erizaba la piel. Yo, que nunca me interesé en los reality shows, de pronto me vi envuelta en la dinámica eufórica del episodio más reciente y cruel de la televisión-de-la-realidad.

Hablemos, pues, de la estrategia mediática, que al final de cuentas es inevitablemente la estrategia política. ¿Quiénes son los protagonistas? Tenemos a 33 mineros convertidos en personajes televisivos. Conocemos sus nombres, sus habilidades, sus temores y hasta sus intimidades. Más que su condición de pobreza, de obreros mal pagados y explotados, conocemos a fondo sus vínculos familiares, sus intereses y las localidades de donde provienen. Sabemos que, si logran salir vivos de ésta, les espera una serie de premios donados por los patrocinadores de su desgracia (los “empresarios mineros filántropos”).

Tenemos a un presidente sonriente que jura que los sacará de la oscuridad, a un equipo de expertos rescatistas que aparecen como héroes secundarios en el drama por la luz del día. Y tenemos al villano, al más malvado enemigo que pretende devorarse 33 vidas quebradas: La Mina.
Esta prosopopeya es clave. La Mina como el malhechor, La Mina como el ser despreciable. No la compañía minera, no los dueños de la mina, no la actividad minera que tantas vidas ha asfixiado y tantas reduce a desgraciada supervivencia.

La Mina como enemigo acapara nuestra atención y nos distrae de las verdaderas causas de esta catástrofe. La Mina nos permite depositar en sus honduras nuestra rabia, nuestra angustia y nuestros reclamos.

El mundo entero se solidariza con los 33 mineros devorados, pero la reflexión no sale de la mina San José. Mientras tanto, vidas enteras de mineros, de gente pobre explotada son devoradas por todas partes sin que podamos siquiera comenzar a imaginarlo. Sus nombres no aparecen en los diarios, sus rostros, sus intimidades, sus infidelidades no dan vuelta al mundo en señales repetidas cargadas de emoción. Las desgracias cotidianas de estas gentes no califican para un reality show. Más aún, su miseria resulta un mal necesario para el sostenimiento del sistema, al que no le conviene poner el tema en la agenda mediática. Si no sabemos que existe no tenemos posibilidades de detenernos a pensar y solidarizarnos. La opresión no se televisará, y ningún rostro oprimido será transmitido por CNN sin antes pasar por la sala de maquillaje, por esa [de]formación ontológica que convierte a las personas en personajes.

La mediatización de esta desgracia produce una vulgarización de la problemática y la reduce a una trama de película hollywoodense. Así, sabemos más sobre la infidelidad de un minero que sobre las denuncias que desde julio interpuso el sindicato, reclamando las malas condiciones de trabajo, los riesgos de accidentes laborales y la falta de de vías de escape en caso de emergencia. Así, entusiasmados con este circo mediático celebramos hoy el triunfo de la gente contra La Mina y olvidamos el aplastante triunfo de la minería sobre los pueblos del mundo.

“Cristobal Colon = Industrias Infinito Gold... No mineria en Crucitas!!"

lunes, 26 de abril de 2010

como esperando abril

solía gustarme abril, era el mes que traía las flores. ahora ni eso, los árboles no entienden nada y lanzan sus semillas a destiempo, ya no tiene caso esperarlos, llegan cuando pueden. pero este abril especialmente me deja una amargura espesa que me adormece la lengua, los dedos y los ojos. ni siquiera puedo llorarlo.

no es que fuera yo entusiasta, sabemos que nací hidropónica, pero al menos suelo tener la rabia, la piedra en mano, la carcajada, la lata de pintura, el teclado o alguna manta robada. hoy no tengo fuerzas ni ganas. ni siquiera para eso, para lanzar la piedra al aire y gritarle al vacío improperios. no conjugo una blasfemia para ateos, ni aunque fuese un ensayo, nada.

quizás me ha desgastado los ojos tanto discurso de odio, tanto facho masturbándose al ritmo del crujir de un diente que se quiebra, el aplauso al puñal minero que escarba progreso en la zona norte, el pene que sólo debe entrar en la vagina, la cura, por fin La Cura, a tanta homosexualidad que anda suelta. se me han gastado los ojos, sí, de tanto leer las paredes de este pegajoso callejón sin salida. y se me han ido secando. y ya no pueden llorar.

lo único bueno que trajo abril fueron las flores. y ni siquiera las trajo.

lunes, 8 de marzo de 2010

en el día internacional de La Mujer

Todo el mundo asume que soy mujer. Ni siquiera una mujer, como decir un tipo, una especie de ese género, no, Mujer, así de tajante y completa, con todo el peso totalizante del término: MUJER. Supongo que es por mi cara, por la visible curva que dibujan mis pechos bajo una blusa, no sé, por mi cintura, porque a mi pareja le crecer una barba, porque me afeito las piernas y me viene la regla cada 28 días y a veces se retrasa y me hace perder el sueño la preocupación. Pues sí, todo el mundo asume que soy Mujer.
Lo cierto es que nunca he terminado de convencerme, aún no le doy mi adhesión al partido. De pequeña no entendía el alboroto, por qué era un problema querer jugar con los niños, bostezar con las muñecas, pedir tacos de futbol para el cumpleaños, preferir el disfraz de supermán sobre el de superchica, en fin… Luego la adolescencia, los deportes extremos, detestar el matrimonio, el no rotundo al maquillaje, los ligues, el chingue y las imágenes. No entendía un carajo, pero me quedaba callada. El colegio era de por sí el infierno, valía más mezclarme y esconderme en aquella masa de Mujeres.
Y luego estaba todo el resto: las muchachas con los muchachos, pero sólo para sexo, no vayan a confundirse jamás. Bien lo dicta la naturaleza, hombre-mujer, siempre hombre-mujer. Y así los chistes de los “invertidos”, de los rastros de una barba en el rostro de algunas muchachas, de la voz fina de aquel compañero, de las niñas que se tomaban de la mano. Todo siempre tan incomprensible.
Usted piensa que yo soy Mujer, como probablemente lo afirman mis exnovios y mi ginecóloga, y cualquier otra persona que ha echado un vistazo entre mis piernas. Bueno, no cualquier otra persona. Algunos, algunas, saben mi secreto que no es tan secreto: de mujer algo tendré, es cierto, pero no llego a llamarme Mujer. Soy más un híbrido sin nombre, y luego del Testo Yonqui más conscientemente quisiera ser gender hacker. A veces soy mujer y lo disfruto, a veces soy más bien un hombre, un hombrecito como diría Daniel, y me encanta. No me caso con personas ni con géneros, ni me rijo por hormonas o estructuras. Mi identidad es líquida como la modernidad de Bauman, fluye, se resbala y lubrica mis encuentros.
Quizás usted aún piense que yo soy Mujer y me crea resentida, ingrata o confundida. Quizás quiera tatuármelo en la frente, diganosticarme Disforia delGénero o hacer un registro cuantioso de cada órgano femenino de mi cuerpo. Quizás quiera llamarme Mujer a pesar de todo, felicitarme hoy y olvidar mi berriche. Ni modo. Todo el mundo piensa que soy Mujer y me asigna un valor por eso. Pues bien, es rico ser mujer como ser hombre, y a veces ser ninguno, ser lo que construya el día. No siento el orgullo femenino pero tampoco vergüenza, disfruto este vaivén de identidades.

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Lectura recomendadísima: Preciado, B. (2008) Testo Yonqui. Madrid: Espasa

viernes, 5 de marzo de 2010

- ¿Y usted ya no escribe, Marisol?

Pues… escribir, escribo, todo el tiempo. Informes, avances, recuentos de problemas, tablas, cifras, estadísticas, listas de pendientes que ya no lograré hacer. Pues sí. Escribo con ojos abiertos.

Pero bien, lo cierto es que no escribo hace tiempo, sí, no me llega el cosquilleo a los dedos. Quizás se me han secado las letras, no sé. Quizás sea sólo el cansancio. Hace tiempo.

humo en los ojos

a veces me duelen los ojos, como hoy. pero no creo que se deba al reciente descubrimiento de mi ceguera en potencia. no sé, al menos no es sólo eso. me duelen como un ardor muy molesto, como esta falta de verte y este exceso de sobra. duelen como duelen las muelas, estable pero perpetuo, y me hacen llorar.

* el lapsus de mi sombra me obliga a dejarlo aquí.

lustros

2005: ¿Dónde se ve usted en cinco años? No tengo idea, yo qué sé? ¿Trabajando? En algún postgrado, no sé, afuera seguramente. falta mucho, demasiado, yo no sé. No sé.
2010: ¿Dónde estaba hace cinco años? ufff, no sé, no logro recordarlo.
2010: ¿Dónde se ve dentro de cinco años? Con vos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

orejas

Sus aretes se enredaban en mi pelo, casi siempre. Como si sus orejas fuesen la parte de su cuerpo que desde siempre quiso aferrarse más a mí. Como si supieran desde aquel momento el destino ajetreado que íbamos a correr. Yo de aquello recuerdo algunas cosas, otras, la mayoría quizás, las he ido perdiendo en callejones, en las vueltas abruptas que he girado, o en el tiempo, o en polvo, qué sé yo. Pero bien, recuerdo lo esencial y lo importante: el dolor, el sueño, el grito, las manos, la sonrisa y los silencios.

La sequía, el torbellino ya pasaron, mis aguas son más tibias y sinceras. De aquello me quedan sólo sus orejas, su escucha infalible y temblorosa. O bien, qué sé yo, me quedan las letras que escalan una pantalla, más de un centenar de carcajadas, los abrazos honestos, el llanto, los viernes, la amistad florida sin la que no vivo, y bueno, yo qué sé, me queda el amor que muta sin hacerse chico.