viernes, 30 de septiembre de 2011

erosión

Virginia no mira la lluvia que acaba secándose sobre su vergel. No mira más por su ventana, las rejas manchadas, añejas de olvido, ese segundo piso desde donde entonces alzaba su mano, lanzaba unas llaves, cuchicheaba chismes, rosarios y besos, comía golosinas, recibía noticia de todos nuestros partos, hacíase abuela una y otra vez.

Virginia ya no habla conmigo, habla con mi sombra, con mi cuerpo entero, con las mil figuras que quiere que sea, con mis dientes grandes expuestos al viento como un gran abrazo que no logro darle, que le dan mis restos, lo que hace de ellos, quien quiere que sea, yo apenas lo soy.

Virginia mira siempre adentro, escucha sus muertos, pierde sus palabras y también sus sueños, regresa a su infancia, roba mis suspiros, siempre tiene frío, se quedó en silencio, mira hacia adentro, pierde sus momentos, no encuentra los nietos, le hace falta el mar.

Virginia que me llama todas me cuenta un secreto que anoche olvidó, me ofrece sus manos, heladas y secas, me alcanza sus besos, desbordados, tersos, me dice te quiero mientras mira adentro, se queda en silencio, su andar detenido, las rodillas rotas esperando hincarse, y aquella ventana que no mira más.

2 comentarios:

Mau dijo...

Intentaré no echar a perder con este torpe comentario un texto que me hace temblar cada vez que, con éxito, busco y encuentro algún recuerdo que perdí en la infancia, y sin éxito, busco entre líneas algo que me ayude a recuperar lo perdido.

Busco reemplazar con recuerdos pasados las imágenes presentes, imágenes que me resultan imposibles de digerir, aunque yo lo sigo intentando.

Y es que cada vez que observo la erosión, regreso con el estómago erosionado. Siento el vacío carcomiéndome por dentro, y las lágrimas se amontonan hasta el punto de estallar.

Intentaré no echar a perder este monumento a la cobija que algún día nos cubrió , y que ahora busca ser cobijada. Lo intentaré, pero es que tengo que decir algo porque suelo aguantar y ya es hora de estallar. Voy a estallar una tarde entera tras un almuerzo de domingo. Voy a estallar uno o dos años de adultez, tras una infancia entera de cariño.

Recuerdo un camino gris a misa. Recuerdo unos patitos que con su voz cobraban vida. Recuerdo porcelanas clásicas que antes eran ángeles y ahora cobran forma de nostálgicas lágrimas. Recuerdo un tocadiscos con una aguja que revivía el pasado una y otra vez, aunque jamás se igualara al momento original. Y ahora esa aguja soy yo.

Y recuerdo siempre tres largas semanas que no querían terminar. Un pobre niño ingenuo que pensó que esas eran semanas perdidas en los confines de un pequeño apartamento. Pero eso fue una despedida y un "por favor ayúdame" porque pronto cambiaríamos de lugar.

Descansa ya, Virginia. Ve a descansar con los patitos, con las porcelanas, con el tocadiscos y las rejas manchadas. Yo me aferro a esos recuerdos pasados porque es todo lo que tengo, pero lo seguiremos viviendo así, entre líneas de un texto que me hace temblar.

Fernando Fournier dijo...

Nos viste crecer, nos educaste, Virginia. Ahora en estos momentos, te vemos caer, y te tenemos que educar...

Nuestros recuerdos siempre son vividos y alegres, y siempre estas en ellos... Tu caminar y tu hablar, crean un hueco en mi corazón, día tras día, palabra tras palabra, voy recordando todo lo que nos enseñaste y todo lo que nos amaste.

Cuando te escucho hablar sobre como nos amas, como nos amaste y como siempre nos amarás, por más que tu esencia ya no esté acá, tu presencia siempre lo estará.

Descansá como dijo Mau, descansá que ya es tu momento, siempre te amamos y siempre te amaremos