[Dedicado a todas la Xinias, especialmente a las que no existen]
Pensé de entrada que era Lucía. Luego se me ocurrió que podía ser cualquiera. Así que preferí escribirles a todas (a Lucía, a Andrea, a la otra Andrea, a Nuria, a Elvis y a Irene). Por supuesto que me faltaron muchas más, pero se hace lo que se puede. No conozco a todas las mujeres, al menos no a todas las que quisiera conocer. Ahora pienso que Xinia es cualquiera, que son todas (bah, por supuesto que no son todas, si nadie es todas las mujeres, y todas las mujeres no son nadie a la vez). Pero finalmente se me hizo un colocho en la cabeza. Aquella broma (muy bien pensada) que la creadora de Xinia quiso jugarme se convirtió una especie de catarata sin grifo que chorreó con inimaginable fuerza por las curvas húmedas de mis sesos. Ahora buscaba a Xinia, me empeñaba en encontrarla, me ilusionaba descubrirla. En el fondo, muy en el fondo, creo que me ilusionaba pensando que talvez existía esa mujer. Pero por supuesto que siempre volvía a ser yo, y mi inalienable suspicacia, mi delicioso escepticismo, aplastaban desordenadamente aquella tonta confusión. Alguna de ellas era Xinia. Pero qué más da, ninguna era la Xinia que yo quería encontrar.
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