viernes, 31 de octubre de 2008

Cuando estemos de nuevo con nosotros

Algún día, quizás, no lo sé. Cuando la soledad haga las paces con nuestros silencios, y la hora de la ducha no sea un psicoanálisis de espejo. Cuando el futuro nos alcance y nos corte de un tajo, cuando la noche caiga y sean las 2 de la madrugada. Cuando yo no escriba más cartas sin destino, cuando viajemos en el tiempo, cuando dejemos caer nuestras angustias. Yo estaré cabizbaja, como diría un chusmilla, y esperaré noticias cuando el reloj dé las siete. El sillón que compré ayer será nuestro sillón. La casa dormirá vacía, y ya no nos separarán las calles de San José, sino los Pirineos. Diremos nuestros nombres al recorrer callejones oscuros, y reiremos los chistes que 10 años atrás no hicieron ninguna gracia. Te buscaré en las sombras, te perderé todo el tiempo, y lloraré las horas que faltan para que llegue tu tren a mi ciudad. Me dormiré en la estación para evitar las nauseas, mientras algún extranjero perdido da mil vueltas alrededor de mi banca sin llegar a ningún lugar. Cuando estemos de nuevo con nosotros, si es que estamos, las geografías del mundo nos abrirán llagas profundas, sin matarnos.

1 comentario:

Daniel Fernández dijo...

Hay dos afirmaciones del amor. En primer lugar, cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno: soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz): digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí esta carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo, puesto que entonces lo que yo afirmo es la afirmación, no su contingencia: afirmo el primer encuentro en su diferencia, quiero su regreso, no su repetición. Digo al otro (viejo o nuevo): Recomencemos.

Roland Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.