miércoles, 21 de enero de 2009

Conozca a su inquilino

A mi blastocystis hominis
considérese una declaración de guerra

Señor de su propio reino, poblador de feudos intestinos, no conoce la muerte en exteriores ni le teme al ácido cráter de un estómago encendido. Vestido de galas y quistes entra en cual fiesta desea, no importa si es humano o bovino, no importa si es repitil, si es un pez, cucaracha, ave, roedor o anfibio.

Señor de su propio reino, ni hongo ni protozoo, despliega organelas y levaduras, rozando con ambos bandos sus codos. Morfológicamente diverso, de intermitentes taxonomías, flexible en sus modas y gustos, cambia a menudo de abrigo según vaya pintando el día.

Señor de su propio reino, usurpa intestinos ajenos, construye moradas feroces y castillos que resisten al tiempo. Milenario guerrero sabio, conquistador de cinco continentes, no existe tregua en su idioma, sus batallas todas culminan en duelos a muerte.

Señor de su propio reino, no paga tributos ni impuestos, no atiende desahucios letales, ni esconde su goce perverso. Granular, vacuola, ameba o quiste, no importa cual sea su humor, señor de su propio reino, gobierna tripas y cuerpos bajo un régimen de terror.

2 comentarios:

Uno que mira dijo...

debería estar en verso; no lo digo solamente porque es una declaración permeada de poesía, sino porque tiene métrica que lo exige.

_ dijo...

Ese señor de su propio reino me eriza la piel.