martes, 13 de enero de 2009

escrito en plena ausencia

A veces me absorbe el silencio pastoso que deja el mediodía cuando pasa. La pantalla en blanco, las páginas vacías, las manos recorriendo con nostálgico empeño las arrugas de las sábanas, las paredes tibias, las formas de mis brazos que se sienten dormidos. El silencio más que arrullar me aturde, me roba los instantes en que podría pensarte. Busco con sed tu sombra, busco tu olor regado entre ropas añejas y botellas vacías. Me aferro a los ojos que no encuentro, los busco entre mis labios que hace algunas horas intentaron amarrarte con ternura. Este continuo perderte, esta renuncia diaria que inflige tu partida... Otra vez tu casa y la mía, otra vez mi sillón que aún no es nuestro. Las paredes, las calles, las rotondas, los múltiples distritos que nos separan los cuerpos, la frialdad de las letras de pantalla, la misma inseguridad de tripa que cargo desde hace más de tres años, el miedo, las lágrimas desbordadas, la angustiosa nostalgia, la nostalgia. La absurda timidez, la paranoia. Las ganas de serte así de necesaria. El odio a los fantasmas que me llaman. La frustración de sólido desempleo. La nostalgia, la ausencia, la derrota. La nostalgia que transcurre esta existencia.

4 comentarios:

Daniel Fernández dijo...

Cuando te leo, suceden dos cosas, una tiene que ver con mi incapacidad crónica para escribir cosas no académicas y la otra es como un cierto retumbe, algo que golpetea y me deja ya no tanto pensando, sino más bien sintiendo. Pero al final de cuentas, nada..., solo me vienen a la cabeza cosas como ponerme a pensar el significado de la ausencia, y como la ausencia especulariza esa presencia sinuosa que creemos desvanecerse a cada momento, y como al final teminamos estando sin estar. Cuando me leo, percibo los ingentes esfuerzos que hago por escribir algo lindo, y como al final siempre es un fracaso; pero vamos, que más da, algunos fracasos son necesarios.

Uno que mira dijo...

No lo digo solamente por el ejercicio de llevar la contraria, pero, Daniel: dijiste algo lindo y es de hondura poética reconocer el fracaso de los intentos por escribir cualquier cosa.
Un abrazo a ambos, con quienes me alegro poder coincidir esta desvida ajada.

Jenaro dijo...

No creo que tenga vela en este entierro (y por fortuna en ninguno otro, creo...) pero que hermosa está esa vaina de "mi sillón que aún no es nuestro"

José Vila del Castillo dijo...

Venimos a morir lentamente
como el río en las olas.
Lentamente y desnudos
como el silencio.
Somos heredad de tiempo,
fanal de horas.
sólo un recuerdo,
una suma infinita de memorias
que vive de morir
poco a poco
como una rosa en invierno.
Así, despacio,
la sencillez del fonema advierte
nuestra impotencia
de no ser nada a la postre,
de no ser nada.
Venimos de vivir lentamente
esta muerte de días en trasiego,
esta suma fugaz de sonrisas,
esta orilla de pasos infinita.
Y si lloramos,
fue nuestra lágrima verde de bronce,
lluvia engalanada,
brote de sal y noche,
sombra de risa.
Venimos de esculpir
lentamente soledades.
de mirar paisajes.
de regalar caricias.
de desatar palabras.
venimos de los sueños.
¿Qué victoria será la de la muerte?
¿Qué soledad distinta?
¿Qué palabra nueva?
¿Qué recuerdo?
Jugamos con el tiempo ya inservible.
Venimos de ser vida.
¿Qué tormenta de fe y de viento nos perfila?
Como un río en la ola,
como un silencio,
como un fanal de memoria,
como una herencia de tiempo,
venimos de ser vida lentamente,
venimos de ser nada.
La rosa es un instante.