Tengo ganas de llorarme el almanaque. Los días feriados, los cualquieras, toda su sucesión que con irreparable insolencia pasa sobre mi vida dejándome las huellas de sus cascos. Tengo ganas de llorarme el almanaque, y no, no es porque haya amanecido lloviendo. Mis lágrimas más que líquido son tiempo, van dibujando los meses, las semanas aquellas, van deformando mis huesos como deforma el tiempo las ramas de los árboles, los remos de los botes, las verjas del cementerio. Yo apenas procuro atenuar dolores, existir los días como si fueran gotas. Y entonces el llanto deviene necesario e isotópico. No queda más que llorar la vida, y llorar el almanaque, y querer hacerlo cuando amanece lloviendo como cuando amanece a secas. No queda más que llorar la vida y el alamanaque entero, queriendo hacerlo, porque no queda de otra.
domingo, 3 de mayo de 2009
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3 comentarios:
que no era cosa de abril, lo sabíamos.
A mi el domingo también me provocó un invierno, no se di será un frente tropical que viene del pasado, o una baja presión del presente. No sé.
ojos de invierno...
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