chusmillas, tractomulas y cualquiera que se sienta convocad@
A veces, sólo a veces, el vacío del afuera es infinitamente comparable al vacío interno que se carga a cuestas. Equilibrio insoportable. Es cuando no queda de otra que amarrarse los zapatos, o el pelo, o las enaguas, o lo que pueda amarrarse, da igual. Y así amarrado o amarrada salirse a caminar, a encontrar caras igualmente fruncidas entre la muchedumbre con faz de distracción. Y ahí está. Enciéndase un fueguito, ofrezca su mano y su beso, abra un paraguas o dos, prométale una compañía de vida, o al menos de ratito, o de cuánto se haga necesario. Núeguele a Santa Lucía porque aparezca doña Miriam, o en su defecto cualquier señora que le invite irse de viaje. Y ya con neblina adentro, que por supuesto no es lo mismo que vacío, puede intentar desafiar prohibiciones porcinas y escaseces paranoides, y en algún rincón mugriento de un bar de malasgentes, donde crecen contra todo pronóstico flores y hermandades eternas, ahí puede intentar también descompensar ese equilibrio incómodo entre equiparables vacíos, llenar su boca y garganta con líquidos destilados y acumularlo en la panza todo por un rato, para sentir que algo se anda, que adentro no es lo mismo que afuera, que aunque el interior es hueco no está vacío ni plagado de contenido ausente. Llénese la boca de risas, aunque tenga que agarrarlas del aire. Llénese los párpados de seca, cédale a otros líquidos sus lluvias. Y llénese las manos de gente, eso es lo más importante, no es que puedan llenarle el vacío, pero sin duda ayudaránle a distraerlo.
2 comentarios:
Sin duda buena solución a tanto vacío, cuando las risas emanan de lugares conocidos como los amigos, suelen llenar durante más rato la panza.
Al vacío propio le sienta bien el vacío ajeno...y tal vez y al rato, como los flores y las hermandades en los bares, puede que un vacío llene otro vacío.
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