sábado, 24 de diciembre de 2011

nochebuena


estas cosquillas al final de la boca justo antes de dormir. estas cosquillas, al final de la boca, donde empieza la garganta, algún lugar recóndito y oculto, que no puedo más que imaginar a partir de los tactos desviados que mis propias comisuras me permiten, tacto que acaba por ser indirecto, o al menos insuficiente, a falta de extremos palposos más experimentados, o por lo menos más sensibles, como podrían ser los dedos o los bordes de la lengua. ese cosquilleo molesto y a la vez delicioso que percibo en total silencio vibrar boca adentro, espeso y vaporoso, como una criatura viscosa, animal nocturno y caprichoso que atrapa siempre a su presa en el momento de soltura y sosiego que precede al sueño. me duele y casi siempre me asfixia, me asfixia a medias, por supuesto, siguiendo el tabernáculo de mi aliento, y entonces, por instantes, pierdo por completo el sentido de propiocepción, no puedo recordar ningún sabor, mi ancla no es más que un trozo de carne, la asfixia dulce y tersa y deliciosa, como el dolor del cuerpo entero que de pronto se sacude y se suspende, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, anhelo de un segundo en que me pierdo, casi como el instante exacto antes de despertar, yo gritándole en voz baja a mi cerebro: “todavía no, todavía no, un poquito más, por favor”, casi como ese instante pero al inverso, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, ese segundo justo en que me pierdo, yo gritándole en voz baja a mis adentros:  “ahora, ahora, no esperemos más, por favor”.

sábado, 10 de diciembre de 2011

coincidencias


Le dieron a Clare Torry una consigna: cante el horror que se siente ante la muerte.
y cantó esto:


cuatro o cinco décadas antes, Dulce María Loynaz escribía en La Habana:

Deseo

Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra.
Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve, y único horizonte de carne;
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...

viernes, 9 de diciembre de 2011

fragmento de una apostasía

o un nuevo pretexto para desordenar atómos.


sábado, 3 de diciembre de 2011

floración nominal



E foram correnteza abaixo
rolando no leito
engolindo água
boiando com as algas
arrastando folhas
carregando flores
e a se desmanchar
Chico Buarque, Mar e Lua


Le cambiaría el nombre a la flor y le pondría el tuyo. Ya lo hago todo el tiempo, con cada flor que encuentro en mi camino. Las llamo por tu nombre y al instante sonríen, como si al pronunciarte despertara del vacío algún eco sombrío y excitante. Mis ojos amotinados de morriña y agua saltan atropellándoles los colores, como los besos de amantes pendientes que buscan refugio sobre un pastizal. Yo las tomo, entonces, en mis manos, acaricio con dedo sus curvas, la piel que me regala un pétalo, tersa sudoración risueña derritiéndose la vida sobre mi tez. Sus sangres amarillas y moradas, sus entrañas carnosas, dulces cual vianda del alma, comestibles, como tus propias formas, restregadas y esparcidas en el desordenado achaque de mi piel. Las llamo, pronunciándote entera, cada letra culminante de tu nombre, el fonema que articula el signo transparente que ahora sos. Me impregnan sus goces sutiles, sus coloraciones plácidas que forman el tapiz fugaz de cada invocación. Las tomo en frenesí blasfemo, en terquedad innata, en flácido, frustrado, intento de delirio. Los pétalos lamiéndome los dedos con tierna obstinación de muerto, lamiéndome hasta sangrar sus lenguas, hasta dejar sus huellas, y mis manos todas impregnadas de tu olor. Dulce órgano reproductor que expira, dulce flor que se entrega al vacío, que renuncia al porvenir impuesto siguiendo el cosquilleo sagrado de su lúcido desvarío. Una alfombra de caos en mis palmas, un hermoso pabellón desperdigado, el reniego de mi respiración escandalosa y mis labios, queriendo tragárselo todo con desesperación. Me quedo saboreando con los dedos, saboreando el silencio con la tregua de mis sesos, y en la inevitable ausencia de tus ojos en los míos, provoco adrede un tropezón con la siguiente flor. Me gusta sacarles las sonrisas, con ese, su/tu nombre secreto, con ese, su/tu nombre-flor.