estas
cosquillas al final de la boca justo antes de dormir. estas cosquillas, al
final de la boca, donde empieza la garganta, algún lugar recóndito y oculto,
que no puedo más que imaginar a partir de los tactos desviados que mis propias
comisuras me permiten, tacto que acaba por ser indirecto, o al menos
insuficiente, a falta de extremos palposos más experimentados, o por lo menos
más sensibles, como podrían ser los dedos o los bordes de la lengua. ese
cosquilleo molesto y a la vez delicioso que percibo en total silencio vibrar
boca adentro, espeso y vaporoso, como una criatura viscosa, animal nocturno y
caprichoso que atrapa siempre a su presa en el momento de soltura y sosiego que
precede al sueño. me duele y casi siempre me asfixia, me asfixia a medias, por
supuesto, siguiendo el tabernáculo de mi aliento, y entonces, por instantes,
pierdo por completo el sentido de propiocepción, no puedo recordar ningún
sabor, mi ancla no es más que un trozo de carne, la asfixia dulce y tersa y
deliciosa, como el dolor del cuerpo entero que de pronto se sacude y se
suspende, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, anhelo de un segundo en que me
pierdo, casi como el instante exacto antes de despertar, yo gritándole en voz
baja a mi cerebro: “todavía no, todavía no, un poquito más, por favor”, casi
como ese instante pero al inverso, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, ese
segundo justo en que me pierdo, yo gritándole en voz baja a mis adentros: “ahora, ahora, no esperemos más, por favor”.
sábado, 24 de diciembre de 2011
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