desatino
lugar donde
conjugan las palabras, lugar donde encuentran techo aquellos seres adversos que
ocupan nuestros cuerpos. un borde que dibuja el silencio, el límite feroz del
desencuentro, la plácida caricia que no existe, el dios sin nombre, el
imposible acuerdo de dos almas. la vida, y eso que llamamos muerte, la voz que
marca ecos indisolubles. hay tantas cicatrices en las carnes, tantas que se van
endureciendo, secas, rojas, transparentes, como tejiendo un velo, un abrigo
robusto, un cuerpo-otro. somos un rejuntado de experiencias, un puño de maletas
inservibles. somos la carne, el saco y quien lo carga, somos la espera incauta
de la nada, somos la piel, el beso, el sin retorno, la clara lucidez
difuminada, las ganas de correr y atragantarnos, las ganas de morirnos con los
muertos, las ganas de escapar de aquel destino, la insuficiente paz que dan las
ganas. somos, soy, ser-conjugado, una existencia inversa o algo descolocada,
ser, más que estar, ser y existirse, involucrarse, nombrar, lanzar el ancla, despilfarrar
el tedio en pleno desatino, y ocupar un lugar, un cuerpo vivo, un nicho funeral
anticipado, un trecho con bordes desdibujados.
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