viernes, 21 de noviembre de 2008

vivir para vivirla

amigos y compañeros,
y demás hidropónicos del mundo


Yo quisiera poder escribirlo todo, no sólo para recordarlo y encadenarlo a mis bastones, sino también para compartirlo. Quisiera describir esas tierras fríascalientes, ese oxímoron de suelos donde encontró vida mi hidroponía. Quisiera hablar de Oventik, del arcoíris más rebelde que jamás conocí, de las paredes valientes que con ternura nos contaron su historia, del desvirgue de otoño que me llevó hasta ahí. Quisiera describir el olor exacto que nos recibió en esa oficina, donde tres generaciones difuminaban las coberturas de sus rostros, y nos mostraban sus audacias, su intrepidez humilde. Yo quisiera contarles de esos ojos de mujer rebelde, de esa mirada encapuchada que buceó en mis adentros, hasta encontrar vestigios y huellas contundentes de un alma que siempre pensé que me faltaba.

Yo quisiera hablar de las calles de piedra en San Cristóbal, con sus aceras absurdamente angostas y su cañón colorido, repleto de puertas abiertas. De sus gentes tan amables y queribles, con salpique de sonrisas, con calor en sus gargantas. Y hablar de las flores que no tengo en mi casa, y de las hojitas secas que con frecuencia me siguieron hasta la puerta de mi habitación. Narrarles ese encuentro en esquina de farmacia, esa explosión de sorpresa más dulce que un té en Oventik: escucharla, voltearme, y toparme a la belleza hecha mujer llamando mi nombre.

Yo quisiera hablarles de sentidos y sensaciones, de las decenas de tacos que comimos, y el ardor que deja en la boca la salsa verde cuando se está vivo. Del tierno desayuno que inició nuestras mañanas con una bocanada de humo en los ojos. Del frío incomprensible que sólo pude combatir en brazos de mi compañero. De ese amanecer que nos llevó hasta Chiapas. De este escalofrío sin nombre que ahora cargo ausente mientras emprendemos el más doloroso de los regresos.

Yo quisiera, de verdad, poder compartirles todo, y enseñarles las piedritas blancas que llevo en mis bolsillos, las sonrisas-lágrimas que llovieron, esas horas-vida que respiramos allí, las más de cuatrocientas fotos, la flor de Oventik que guardo en mi cuaderno.

Pero nada, no, no será suficiente. Se me gastan las palabras y entre cada letra que dibujo se desborda la emoción de esta aventura. Yo no puedo contarlo para ustedes. Tenemos que vivirlo. Tenemos que vivir.

Crear dos, tres, muchos Chiapas

miércoles, 5 de noviembre de 2008

domingo, 2 de noviembre de 2008

Una rosa no es un ramo

sabia chihiro

Por supuesto que una rosa no es un ramo, así como un dedo no es la mano, ni un dedo es caricia abierta recorriendo turbias oleadas. Como un tropiezo entre labios no se traduce en beso, y las esquinas mojadas de un pantalón no siempre vienen de un aguacero. La rosa que se queda sola no tiene golondrinas en su pecho, pero igual es hermosa, muerta y fresca, pero hermosa. Es una rosa sola que entibia al viento sin quemarlo. Una rosa que no es ramo y el ramo nunca se completa. Y se pasan los días sin llegar a vida, con versos perdidos que no forman poemas. Las manos ausentes reclaman callecitas de tierra, huellas con mensajes tiernos, alientos, ojitos, sonrisas. Las palabras no se convierten en recuerdos. Una rosa no será nunca un ramo

viernes, 31 de octubre de 2008

Yo no tengo un infierno que ofrecerle

Alguna vez soñé que se abrían las puertas del infierno que nos diseñó Rodin, y salían los millares de besos que escupen sus fuegos valientes. Tal vez no fue sueño. Tal vez sólo una leyenda que contaron los recuerdos, una conversación interrumpida por espacios distintos. De pronto tanta paradoja junta y encrucijadas ficticias que sólo tienen un camino: el de siempre, el que hemos recorrido. Y si soñar abre puertas de infernos y resucita a las muchachas tristes que alguna vez nos hicieron reír, soñar puede llevarnos al absurdo, al reclamo inconsistente de un quizás nunca erguido. Nos atrevemos a lanzar reclamos que con insolencia retumban, y el color de la memoria es incandescente vivo. Despertamos y lloramos lágrimas de vigilia que congelan, que enfrían las osadías de sueños y arrebatan la locura hecha cuerpo que habíamos intentado fumar. Aún nos quedan los embrujos, el palpitar taquicárdico que cargaremos por siempre, el insomnio de la ausencia, las gotas de sudor donde antes nunca existieron. Y entonces respiramos profundo como los machos, pretendiendo valentía dentro de esta comodidad tan cobarde. No existen otros caminos. Nadie nos ha invitado a recorrerlos. Las puertas del infierno están hechas de bronce.

Cuando estemos de nuevo con nosotros

Algún día, quizás, no lo sé. Cuando la soledad haga las paces con nuestros silencios, y la hora de la ducha no sea un psicoanálisis de espejo. Cuando el futuro nos alcance y nos corte de un tajo, cuando la noche caiga y sean las 2 de la madrugada. Cuando yo no escriba más cartas sin destino, cuando viajemos en el tiempo, cuando dejemos caer nuestras angustias. Yo estaré cabizbaja, como diría un chusmilla, y esperaré noticias cuando el reloj dé las siete. El sillón que compré ayer será nuestro sillón. La casa dormirá vacía, y ya no nos separarán las calles de San José, sino los Pirineos. Diremos nuestros nombres al recorrer callejones oscuros, y reiremos los chistes que 10 años atrás no hicieron ninguna gracia. Te buscaré en las sombras, te perderé todo el tiempo, y lloraré las horas que faltan para que llegue tu tren a mi ciudad. Me dormiré en la estación para evitar las nauseas, mientras algún extranjero perdido da mil vueltas alrededor de mi banca sin llegar a ningún lugar. Cuando estemos de nuevo con nosotros, si es que estamos, las geografías del mundo nos abrirán llagas profundas, sin matarnos.

jueves, 23 de octubre de 2008

volvín

volvió Mali con los ojos repletos y las manos exhaustas, cansadísimas de tantos días si tocar pieles morenas. volvió Mali con una seca semanífica, con cargamentos mágicos añejos que se vuelve inexorable gastar. volvió Mali con la voz ronqueta y los senos paranasales saturados de mocos, con la saliva efervescente, cual espuma de mar, con las teclas gastadas y las mildoscientastantas páginas digeridas. volvió Mali con su zaaa! y su hidroponía, con los paroxismos de siempre, y el olor de gato-negro ausente, y las cartas todavía pendientes, y las muchas-muchísimas-ganas de salir corriendo en bloque por las calles y los barrios hasta llegar a cualquier lugar. volvió Mali con más rumbo que camino, con más ganas que esperanza, con la vida hecha nuditos por cada pedacito del pelo. volvió para encontrarse con chusmillas chichosos y con chichas chicheras, con la muertes cotidianas que saben mejor con un plato de papas. volvió con volvín galego. volvió, volvió! Mali volvió con todo, con menos de lo que tenía, con más de lo que antes tuvo. volvió este heterónimo nuestro que guardamos en la voz. volvió hambrienta y furiosa. volvió, finalmente volvió.

martes, 7 de octubre de 2008

qué mierda cuando no queda tiempo ni para escribir que es en mi caso igual que pensar y entonces no queda más que llorar y reír y leer 40 páginas de foucault al día todo con la mente en blanco absolutoblanco que recibe y siente y siente pero no procesa nada ni sabe de dónde vienen sus dolencias como un perro emborrachado que no es lo mismo que borracho porque el primero es consecuencia pasiva y el último acción volitiva y yo sigo sin un mísero segundo para sentarme a pensar y a escribir y a entender los enredos que sienten mis carnes mis ojos y mis cachetes que palpitan como viejillas deformadas por hincarse desde hace más de 8 décadas en las bancas de una iglesia sigo sin sentirme yo ni escribirme que es lo mismo y entonces no tengo tiempo para nada que sea mío ni para mí ni mis sentires ni mis lágrimas ni pensamientos solamente soy máquina que respira y lee a foucault y a un tal bauman y busca desesperadamente una forma inexistente de darle algo de validez a su estúpido y añejo proyecto de tesis