lunes, 23 de febrero de 2009

Cuando al mar le duele el corazón

escrito en pleno insmonio

A mí me dolió el corazón. No la cabeza ni las tripas nueganosas, no la cordura, ni la memoria, ni siquiera las piernas o las palmas de las manos. No me dolió la metáfora, me dolió el corazón. Lo sentí batirse y engordarse mucho, escupir borbotones de espuma espesa y arenosa, y partirse en dos. Me dolió despacio, como duelen los besos, como duele la noche antes de despertar. Yo miré la luna con mis ojos revueltos y la encontré seca, brillante, lejana. Me dolió la vida, la semana entera, me dolió el respiro como un rasguño filoso delineando el corazón. Me dolió ese músculo con toda su sangre, las arterias, la arritmia, el latido, el corazón. Me dolió, de veras, mientras se encorvaba y pasé las horas con su ritmo atravesándome la respiración. Me dolió en la vida, en la semana entrera, en la luna nueva. Me dolió el corazón.

martes, 17 de febrero de 2009

Tonada para un caminate

Carlos tiene los párpados fríos
nos contagia a todos sus caminos.
En la herida que lleva su nombre
cabe el mar, cabe un gran papalote.

Entre pelo y sombrero sus sueños
nada muy despegado del suelo.
Él valiente aguanta el sol del día
traga la vida sin utopías.

Carlos tiene los pasos pendientes
y una sonrisa rota en las dientes.
Entre dedos le crecen palabras
que conjuga en textos que desgarran.

Carga un paraguas contra el hastío
y la risa de algunos amigos.
Un día lo miraremos marcharse
cuando con sus pies trace los Andes.

lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre el devorador fenómeno de las semanas

Gracias Vallejo, profeta de llantos y existencias

No estamos solos en esto. La hidroponía es apenas la forma más reciente de esta lacerante existencia. Antes, ya lo han contado los dioses, hubo llantos tan perennes como los nuestros. Hubo soledad llovida y gritos sin techo interpolando los días y los sueños, y el silencio. Hubo piernas corriendo hacia ninguna parte, nudillos rotos, pintados con sangre, huesos que tiemblan, tripas, hubo flores que muestran la belleza que puede encerrar la muerte. Y así, en un día probablemente tan insulso como este, tomo la pluma Vallejo y escribió: "¡Tántos años y siempre mis semanas!…"

Sabio epitafio nos dicta cuando escritura su vivir entre dolencias. Y entonces, de pronto, nos vemos rodeados de compañías solidarias: una pipa rústica e imperfecta, un perro sin dueño cuidándonos los pasos, los rieles herrumbrados y torcidos, las calles de Nandaime, las semillas, papalotes y paraguas y una infinidad de versos que comparten gotas y pesadumbres que les va calando el pasar de los días.

No estamos solos, nunca lo hemos estado. No somos un grupo reducido de parias llorando las caricias que el viento nos arrebata. Lo vivieron otros, lo dolieron otras. Y cuando al amanecer confundo luces con las sombras, sé que habrá otros ojos nublados, otras sonrisas abortadas, otros silencios tiesos, otras manos inquietas revolcando telas. Como yo, como nosotros, como alguienes que andan por la vida tropezando con vacío y con la nada. Es esto lo que lo hace posible, este ritmo palpitante que de en vez en cuando sincronizamos con las gentes, las palabras y los trillos apenas delineados por los que caminamos.

Tuvo también Vallejo sus semanas, como las tengo yo y las tienen los míos, tuvo sus años que también fueron semanas, y lloró sus días eternos y los vivió todos, vivió hasta su muerte y lo escribió todo. “¡Tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!”


viernes, 6 de febrero de 2009

Duélame

Duélame el día cinco de febrero como dolieron el 2 y el 4, y como dolerán los días siguientes. Duélame la vida, el cuerpo, los ojos, la barriga, el colon y el año veinticuatro que apenas comienza. Duélame y nuégueme las tripas, y aráñeme la duramadre, destaje mis nudillos, róbeme el sueño, duélame. Duélame mientras haya chusmillas y parias en patines, mientras un gato negro maulle en mis madrugadas y desde el caño me sigan llegando noticias. Duélame entre los bastones, sobre el paraguas roto, en los bordes de las letras que dibujo. ¡Qué me duela! Duélame el día y la noche, la semana entera, duélame la vida y la muerte ausente. Duélame todo, transpíreme las sienes, duélame todo.