lunes, 16 de febrero de 2009

Sobre el devorador fenómeno de las semanas

Gracias Vallejo, profeta de llantos y existencias

No estamos solos en esto. La hidroponía es apenas la forma más reciente de esta lacerante existencia. Antes, ya lo han contado los dioses, hubo llantos tan perennes como los nuestros. Hubo soledad llovida y gritos sin techo interpolando los días y los sueños, y el silencio. Hubo piernas corriendo hacia ninguna parte, nudillos rotos, pintados con sangre, huesos que tiemblan, tripas, hubo flores que muestran la belleza que puede encerrar la muerte. Y así, en un día probablemente tan insulso como este, tomo la pluma Vallejo y escribió: "¡Tántos años y siempre mis semanas!…"

Sabio epitafio nos dicta cuando escritura su vivir entre dolencias. Y entonces, de pronto, nos vemos rodeados de compañías solidarias: una pipa rústica e imperfecta, un perro sin dueño cuidándonos los pasos, los rieles herrumbrados y torcidos, las calles de Nandaime, las semillas, papalotes y paraguas y una infinidad de versos que comparten gotas y pesadumbres que les va calando el pasar de los días.

No estamos solos, nunca lo hemos estado. No somos un grupo reducido de parias llorando las caricias que el viento nos arrebata. Lo vivieron otros, lo dolieron otras. Y cuando al amanecer confundo luces con las sombras, sé que habrá otros ojos nublados, otras sonrisas abortadas, otros silencios tiesos, otras manos inquietas revolcando telas. Como yo, como nosotros, como alguienes que andan por la vida tropezando con vacío y con la nada. Es esto lo que lo hace posible, este ritmo palpitante que de en vez en cuando sincronizamos con las gentes, las palabras y los trillos apenas delineados por los que caminamos.

Tuvo también Vallejo sus semanas, como las tengo yo y las tienen los míos, tuvo sus años que también fueron semanas, y lloró sus días eternos y los vivió todos, vivió hasta su muerte y lo escribió todo. “¡Tanta vida y jamás! ¡Y tantos años,
y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!”


1 comentario:

Uno que mira dijo...

Podría convocar mi condición de tibaseño postizo y decir: Vallejo conoche.
Podría convocar mi condición de llorón y llorar: Vallejo sabía llorarse el alma sin tibiezas.
Y podría convocar mi condición de lector y decir: qué gran poeta ese Vallejo.
Pero prefiero convocar mi condición de camarada de ardillas y otros chusmas y decir: qué bicho sensible ese Vallejo.