Hoy la luna no es turca y apenas me enseña la mitad de los dientes cuando le pido un abrazo. Yo la miro sin remedio, como se mira el tiempo cuando no queda de otra, como se miran las hojas de un árbol flaco y demasiado seco para su corta edad. Ella, solitaria, desde su lejanía me extiende telegramas que no entiendo, pero recibo. Su faz exigua relata cicatrices, relieves que recuerdan los días que no son ayer. En ese espacio turbio en que ahora la encuentro, las nubes estorbando, el frío, el viento, el eco... Todo parece un suspiro, todo respira, sacúdese el silencio roto, la luna con su mitad ausente, y yo, mirando desde mi ventana la luz que a medias lanza su intrépida vejez sobre mi cara.
miércoles, 4 de marzo de 2009
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1 comentario:
es el problema y la ventaja de tener una ventana como la que tiene o tengo yo, porque las ventanas así son invitaciones a la melancolía. y uno a veces, queriéndolo o no, se sale tras ella por ese hueco que lo permite.
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