jueves, 9 de febrero de 2012

beso en el malecón


28.1.12
La Habana

Yo quería abrazar La Habana, pero se me fue arriba. Yo andaba perdida y descuidada. Me robó un beso, puso sobre mis labios los suyos y sopló fuerte, inflándome de vida el torso. Yo no le di nada a cambio, me tomó desprevenida. Me sobresalté cuando caí en cuenta y busqué en mis bolsillos sin éxito algo qué regalarle. No tenía caso ni era ya necesario. Resulta que sin percatarme, yo distraída y en aquel disparate, habíame hurtado junto al beso un  trozo de mi corazón aún sangrante.

Vacas, de Rogelio Orizondo.




luna, carnes, vacas, sangre, leche, beso,               
llanto, vuelos, puertos, desencanto,                      todo el 
expiración, bostezo, ganas, desvelo, otros,     │→ fluir de
muchacha, bonito, ganas, ojos,  respirar.            los cuerpos
                    

por los siglos de los siglos


27.1.12  
La Habana

Frente a un rostro de Alejandro Magno. Sus ojos a la altura de los míos, sus formas proporcionalmente más grandes. No es, cabe decirlo, el primero que veo. Es más, la sala entera en que me encuentro está  repleta de cuerpos incompletos. Pero este me es diferente.

Estoy maravillada con sus formas, con la ternura que su piel dibuja, cada curva formando un campo abierto, la suave alineación de las montañas que se juntan invitando a recorrerlas. No es ni cercano a lo perfecto, pero me atrapa. Sus labios entreabiertos, dejando apenas ver la orillita de sus dientes y el agujero oscuro donde guarda su lengua. Es casi como si pudiera hablarme, parece que quisiera decir algo. El labio superior contorsionado, doblándose en un valle y dos montañas, papiroflexia humana hecha de mármol, qué gesto tan sencillo, tan cierto, tan real, que casi se le escapan las palabras.

Su piel tiene destellos transparentes, pequeñas estrellitas que le adornan, los pómulos, la frente, los cachetes, el pelo encolochado y hacia atrás. De pronto es como verlo moverse, es casi como si vibrara, el fondo a contraluz se hace borroso, cual paisaje en ventana de tren en movimiento. Me asusta levemente el movimiento, me da vértigo y tengo que tocarme las piernas como queriendo comprobar que siguen quietas. Lo sé, siento que vibra intensamente y no es el fondo, ni es el mundo, no es la sala, es Alejandro Magno hecho de mármol y Malisor perdida en La Habana.

Y entonces siento un jalón desde adentro, del pecho, oscuro pero esta vez no es doloroso, es como ese vacío de precipicio que jala los cordones de mi alma. Lo entiendo, pero no logro terminar de comprenderlo, no cabe tanto tiempo en mi cabeza. Este es un puente cósmico, una barcaza, una ventana abierta hacia los tiempos. ¿Cuántos ojos pasaron por sus ojos? ¿Cuántas manos, cuántas gentes? Decenas de siglos acumulados, tantísimas historias, tantas, tantas perspectivas. Alguna vez estuvo en otro lado, este Alejandro que entonces tendría también un cuerpo de mármol. Las gentes le pasaban en frente, quizás sin percatarse, quizás para adorarlo, y con seguridad alguien se detenía de vez en cuando y le miraba los ojos, los labios entreabiertos, la piel que le brillaba, y con seguridad ese ser, tan diametralmente lejano, tan cotidianamente distinto a mí, cercano apenas en fisionomía – si acaso –, ese ser de otro mundo y otro tiempo, se habría conmovido igual que yo, lo habría visto vibrar con esa fuerza viva que gentes como él y como yo vamos dejando, se habría conmovido tanto sin posibilidad de imaginar que milenios después una muchacha se toparía de frente con el rostro decapitado y sentiría en su pecho la traducción exacta de aquella emoción incontrolable.

Lo miro con los ojos hechos agua. Parece que quiere decirme algo. Parece que deja pasar el aire, en un zumbido mágico ancestral. Lo entiendo aunque me desborde las sientes. “Yo sé”, le digo. Y me alejo, llevándome en el pecho la intención de su canto desarticulado.

domingo, 22 de enero de 2012

tríptico para un cumpletres

1

A morte é a curva da estrada,
Morrer é só não ser visto.
Se escuto, eu te oiço a passada
Existir como eu existo.

A terra é feita de céu.
A mentira não tem ninho.
Nunca ninguém se perdeu.
Tudo é verdade e caminho.
- Pessoa, 1932





2

As lentas nuvens fazem sono,
O céu azul faz bom dormir.
Bóio, num íntimo abandono,
À tona de me não sentir.

E é suave, como um correr de água,
O sentir que não sou alguém,
Não sou capaz de peso ou mágoa.
Minha alma é aquilo que não tem.

Que bom, à margem do ribeiro
Saber que é ele que vai indo...
E só em sono eu vou primeiro.
E só em sonho eu vou seguindo.
- Pessoa, 1931


Damien Rice - Sleep Don't Weep from David Mairs on Vimeo.



3

Em plena vida e violência
De desejo e ambição,
De repente uma sonolência
Cai sobre a minha ausência.
Desce ao meu próprio coração.

Será que a mente, já desperta
Da noção falsa de viver,
Vê que, pela janela aberta,
Há uma paisagem toda incerta
E um sonho todo a apetecer ?
- Pessoa, 1931


se la devuelvo, mae. mis yu :* 

sábado, 21 de enero de 2012

habitación


hace días que estoy mordiendo paredes. o más bien dando tumbos, reventándome contra los muros blancos, estos que a fuerza de mirar y mirarlos por 12 semanas se están volviendo curvos, van perdiendo sus ángulos rectos, sus vértices fugándose en circunferencia interna, las líneas divisorias que no existen, la habitación vacía que me guarda tomando la forma de mis lágrimas, es casi un retornar a los inicios, concepción involuntaria obligatoria, un útero de concreto palpitante, mis manos desesperadamente gimiendo, cuatro paredes arqueándose hasta fundirse en una.
me estrello contra esta burbuja fría, estallo con todas las fuerzas que tengo, intento destruirla desde adentro, destruirme en el intento, a falta de tu cuerpo y tu silencio, de tus besos atropellando mis pasos, marcándome el sonido de mi tiempo como un despertador pueril y accidentado, cada paso un disparo, cada camino tu beso, cada viaje que emprendimos sin intensión de regreso y desde ahí, burbuja circular que nos estruja, pared, cuatro paredes blancas, un esférico abrigo autoinfligido, la cárcel que a dúo decoramos, Hogar Dulce Hogar siempre arrendado, nuestro cuarto y sus cuadros itinerantes, el alquiler que poco a poco fuimos habitando, al principio con dulce timidez de principiantes, y luego con la rabia de viejas amantes, de corazones borrachos escupiendo desordenadamente sangre, queriendo ocupar todas las horas, todo el día y el mes, la mañana, la noche y la tarde que alquilamos, queriendo hacer de aquel nuestro refugio, nuestra casa-colmena, el campamento frío y la fogata, el cuarto en el que siempre nos amamos. y ahora habitarte desde adentro, desde este otro lugar tan parecido, tan lleno de tus vicios y mis miedos, de tu sombra tranquila que flota en viaje astral sobre mi lecho. lo habito y no es sencillo imaginarlo, te busco todo el tiempo y me tropiezo, no quiero ya encontrarte en ningún lado, pero te encuentro, en cada golpe al aire que destapo, en cada exhalación suicida, en cada nombre propio femenino, en cada beso a medias sin destino. Y no podés juzgarme a estas alturas, ya sé que no te gustan mis reproches, no sé si vendrán nuevas cicatrices pero no puedo detener los puñetazos que lanzan contra la pared mis manos, cada día más flacas y resecas, pero empuñando, incansables, tu nombre.

miércoles, 4 de enero de 2012

nosotros, tus gentes


Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, 
y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. 
Algunos fuegos, fuegos bobos,  no alumbran ni queman; 
pero otros arden la vida con tantas ganas 
que no se puede mirarlos sin parpadear, 
y quien se acerca, se enciende.
Galeano



creo que fuiste tejiéndolo todo. yo no me daba cuenta, estaba distraída con tu piel. fuiste tendiendo las líneas, enhebrando redes de cables transparentes, hechos de puro suspiro y de calor, calorcito tuyo que le robabas al sol. pirotécnica honoris causa, te encantaba encenderlo todo. encendías las hierbas (nuestras y ajenas), encendías los versos, los poemas rotos, el silencio, la angustia, alguna que otra flor, inflamables sustancias, mar de fueguitos, all you need is love, incendiaste las cortinas oscuras, las puertas añejas de armarios vacíos, el océano Atlántico y sus distancias marítimas, el futuro próximo y los planes lejanos, lo volaste todo, lo volabas todo, pieles que ardían bajo el peso de tus carnes, licuefacciones varias, casi siempre profanas, órganos internos convertidos en carbón, la saliva lava, los gemidos humo, fogata incontrolable asando el corazón.
te gustaba encenderlo todo, encendernos todo, y así fue.  dejaste tendidas las líneas, los cables que conectan esta sustancia altamente inflamable que escondiste, secreta y silenciosa, siempre ganando con ternura las batallas, en el lugar preciso de nuestros corazones que solo conocés vos. y nos dejaste así, extraños temerosos, sujetos y atados,  desconocidos con los días contados, en cuenta regresiva con sonrisa que avanza en sincrónico ritmo hacia tu calor. tejiste nuestros círculos concéntricos, cual mandala desordenada y turbia, tus átomos remojándonos los dedos, las manos secas y cansadas, bañándonos los ojos y las sienes, combustión ungida y embarrada, los cuerpos todos, el cuerpo entero, sediento, confuso y conmovido, extiende los brazos sin miedo frente a otro cuerpo desconocido al que también está quemándosele el corazón.

te gustaba encenderlo todo, encendernos todo. dejaste encendidos los abrazos, la vida, pues, el calor.

sábado, 24 de diciembre de 2011

nochebuena


estas cosquillas al final de la boca justo antes de dormir. estas cosquillas, al final de la boca, donde empieza la garganta, algún lugar recóndito y oculto, que no puedo más que imaginar a partir de los tactos desviados que mis propias comisuras me permiten, tacto que acaba por ser indirecto, o al menos insuficiente, a falta de extremos palposos más experimentados, o por lo menos más sensibles, como podrían ser los dedos o los bordes de la lengua. ese cosquilleo molesto y a la vez delicioso que percibo en total silencio vibrar boca adentro, espeso y vaporoso, como una criatura viscosa, animal nocturno y caprichoso que atrapa siempre a su presa en el momento de soltura y sosiego que precede al sueño. me duele y casi siempre me asfixia, me asfixia a medias, por supuesto, siguiendo el tabernáculo de mi aliento, y entonces, por instantes, pierdo por completo el sentido de propiocepción, no puedo recordar ningún sabor, mi ancla no es más que un trozo de carne, la asfixia dulce y tersa y deliciosa, como el dolor del cuerpo entero que de pronto se sacude y se suspende, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, anhelo de un segundo en que me pierdo, casi como el instante exacto antes de despertar, yo gritándole en voz baja a mi cerebro: “todavía no, todavía no, un poquito más, por favor”, casi como ese instante pero al inverso, la asfixia, dulce y tersa y deliciosa, ese segundo justo en que me pierdo, yo gritándole en voz baja a mis adentros:  “ahora, ahora, no esperemos más, por favor”.