domingo, 7 de diciembre de 2008

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No llaman a la puerta los errores, no llaman los fantasmas, ni los compas, no llama nadie. Silencio que escandaliza el viento. Cambiaría este sol por llovizna gris si me lo ofreciera el viejo que carga una bolsa de mi tamaño sobre su espalda. No suenan los teléfonos vacíos. No hay rostros circulando las calles que arroja esta ventana. No hay palabras de recuerdo o de memoria, no hay mensajes que me haya dejado el guaro, no hay ruido, no hay personas, no hay nada.

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