lunes, 8 de diciembre de 2008

Cómo alimento a mi virus

Me lo contagió hace unas semanas la estúpida con labios de llanta y juanetes por pies. Comenzó a joderme lento los accesos, gran estratega de guerra este cabrón, fue cerrándome puertas, volándome los puentes, cortándome los cables que quedaban, los que aún me sostenían. Gran estratega de guerra este cabrón, no quiso borrarme la memoria ni arrancarme recuerdo alguno, lo dejó todo aquí para que yo siga intentando conectarme con las voces conocidas, esas que sé muy bien que están al otro lado. Me frustran los contornos al no poder alcanzarlas.

Hoy logré burlar su ayuno de palabras, y me escapé a otra terminal desconocida, donde encuentro un vacío que me desalienta. Pero no importa. Yo también tengo mis tácticas de defensa, y ahora engaño al infeliz que cree que aún me custodia. Desconecté el cable que comunica el puerto con el mundo, pero el imbécil no se ha dado cuenta. Él sigue enviándole reportes a sus superiores, reportes que nunca llegan, como no llegan mis mensajes. Se come esta nada que es engaño, se come su incomunicación sordomuda. Yo lo alimento con las mentiras que él desecha. Ninguno tiene ahora sus cables. ¡Que se joda! Este hijueputa aprenderá a ayunar comiendo de la misma mierda que yo como.

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