lunes, 27 de abril de 2009

dispositivos de seguridad


reporte de mi mañana:

1- cuando, por distracción, cansancio, conato de delito o simple desacato, alguien intenta salir de la biblioteca Federico Tinoco por la puerta de entrada, es decir, sin pasar por el registro mandatorio de bolsos, se activa un pito estruendoso que de golpe voltea toda mirada (incluyendo la propia) hacia la persona infractora. Después, le indican amablemente que debe pasar por la otra puerta. El pito le queda grande a esta biblioteca.

2- las noticias reportan erróneamente los efectos de la fiebre porcina. dicen que es como un resfrío fuerte, que tumba hasta los cuerpos tropicales acostumbrados al dengue, y los guía hacia un encuentro frente a frente con la muerte. pero no es cierto, los noticieros mienten. la ministra de salud nos miente. la fiebre porcina lo que causa es locura, paranoia severa con síntomas manifiestos en el cerebro, el sistema digestivo y el corazón. la gente enloquece en las ciudades, cierra las puertas de su casa, falta al trabajo, esconde a sus hijos en cuartos con llave, se cubre la cara con una máscara y le niega a su cuerpo el roce con cualquier otra carne. las gentes enloquecidas miran con ira los rostros que van topándose por la calle. vomitan las carnes de cerdo, niegan cualquier ascendencia mexicana que desdibuje su linaje. claman cerrar las fronteras, como cerraron las puertas de toda su existencia. la fiebre porcina es una enfermedad de la vida, de la confianza y el contacto humano. el virus, mutación de un atiquísimo tirano, se alimenta de los miedos de las gentes, y sobre éstas ejerce su despótico e infeccioso mandato.
mejor no cierre la puerta, la muerte es más llevadera cuando se tiene a alguien al lado. no haga caso a prescripciones espurias, que vacunarse contra la gente en nada previene el contagio.

sábado, 25 de abril de 2009

rebelión ambidiestra

Una semana ya de ser zurda. Un recuerdo tristísimo de infancia, una ortopedia moral que redireccionaba adrede mi escritura. La ruptura con esa insistencia necia, y mirar a mi mano izquierda dibujando letras indiferenciables de las derechas. Asumir ese hombrecito aliñado y que no me importe.

Trazo con lentitud las letras, con una plausibilidad envidada por cualquier estudiante de primer grado. Entre los trazos voy dejando huellas pequeñitas de mi cuerpo, y el ritmo pausado me transfiere su tempo falto de angustia. Una semana ya de ser zurda, y mi vida profundamente ambidiestra.

jueves, 23 de abril de 2009

desolación climática

Las gotas que no caen donde deben caer. La lluvia que golpea mi ventana de forma diagonal. Las gotas que no caen, las lágrimas que se lloran, las esperas que se enrolan sin poderse encender. Sentarse sobre sábanas que anoche no fueron dormidas, sentarse con las manos rotas, cansadas de escribir con su reverso el nombre, el silencio inevitable de una soledad que no se atreve a llegar. Los insomnios que cargan aniversarios secos, la saliva amarga a falta de vinos y humos, el hambre despedazada hasta el cansancio, despedazado todo, el árbol, la ausencia, los caminos. La espalda encorvada y pálida, falta de sol y caricias, de bailes nebulosos puliendo sus esquinas. Las palabras calladas. Las ojeras bien puestas. Las gotas de una lluvia que no moja. La falta de aguacero en día nublado.

lunes, 20 de abril de 2009

que ya acabe esta noche y esta luna de abril
para caer al infierno no es preciso morir

miércoles, 15 de abril de 2009

au-delà

Camino y mis pasos suenan percursionando tus lágrimas. Mi sombra acompaña tu cuerpo que se arrastra dejando huellas de carne entre los rodapiés y el suelo. Yo sólo camino en silencio, y aguanto mis respiros para no explotarme en llanto. En silencio retumban tus blasfemias, la declaración de guerra contra la eternidad inmensa. Y yo apenas me paro a tu lado. No intento levantarte. Comprendo que caerse es parte de este vivir que ensayamos. Sólo te sigo, camino sobre el rastro de tus gritos y espero con dolor entre los párpados tu beso. Encojo los hombros, como buscando esquivar las espinas filosas que sin querer sudan tus huesos. El mundo, ese camino que abandonaste con deliberación insolente, palpita, gruñe objetando tus renuncias. Yo apenas me paro a tu lado. Me guardo los llantos. Te muestro mi sombra.

miércoles, 8 de abril de 2009

desbúsquedas y desencuentros

Peor es cuando llego y encuentro que he buscado; los cajones atravesados por mi habitación, las gavetas vacías en el piso, sus contenidos revolcándose despaciosos, como vómito espeso, mis manos arañadas por la lluvia, el silencio vapuleándome los tímpanos, todo en desorden, todo vuelto al revés, y no hay dónde sentarse a llorarse la vida, se mojarían los papeles, el vómito espeso, el vacío tan repleto, la ausencia perdida. No hay dónde sentarse a llorarse la vida y hay que tragarse el llanto, atravesar el cuarto en puntillas buscando la puerta y procurar no aplastar una flor o un cadáver al caer al suelo. Peor es cuando busco y no encuentro nada, peor es cuando no encuentro sombras ni huellas ni rastros, peor es cuando tropiezo entre oleadas de hallazgos fugaces y completamente irrelevantes. Peor es cuando no encuentro. Peor es cuando busco sin buscar nada.

sábado, 4 de abril de 2009

En aquel intento de asalto a la vida sólo me hiciste falta vos.

miércoles, 1 de abril de 2009

Pero que sea verdad

Bebámonos la angustia en copas gruesas. Tapémosle los ojos al rencor. Caminemos las geografías limitadas de los cuerpos, las curvaturas imperfectas que se dibujan alrededor de un beso. Olvidemos el mundo, el tiempo cronometrando los encuentros, aferrémonos con fuerza a este purgatorio tibio al que hemos ascendido tras la eternidad de un grito. Ocultémonos, escondamos las palabras, guardémoslas tras las piedras, cual abuelo galego, como queriendo reservárselas a algún momento que las mereciese. Amémonos, como se aman dos ciegos cansados en este purgatorio, como se aman dos viejos que, luego de haberse explorado durante sesenta y ocho años, por gracia de un empujón del Alzheimer, retornan al momento virginal de aquel primer encuentro. Encontrémonos, pero más que encontrarnos, busquémonos. Construyamos las caricias que nos faltan al lado de las que no hemos alcanzado a imaginar. Murámonos, como se mueren los vivos, llenos de angustia y reproches, sumidos en la pastosidad tierna de lo cotidiano, donde con demasiada frecuencia se subestiman las compañías.