martes, 21 de febrero de 2012

pez

Abrir la boca en gran bocado y devorar. Devorar la vida. Devorársela. Sentir el tacto con labio y mandíbula, la presión en los dientes, las mejillas rojas, los ojos cerrados, los dedos perdidos, los labios ansiosos, las encías sedientas, la voz sin palabras, la piel de volcán. Un sabor caliente de color rosáceo, un sabor ser vivo, ser y palpitar, la boca extendiendo sus esquinas rojas, deshaciendo filas y altas tempestades, conjugando tonos y síncopas antiguas que hechas piel despiertan en viscosidad. La lengua ferviente, febril y  caliente navegando curvas como olas del mar, nadando furiosa como un pez sin cama, como un pez perdido que no puede dormir. La lengua leyendo en la carne el braille, leyendo la historia de la humanidad, la lengua dispersa y absorta y borracha, y cada vez más carne que intenta descifrar. Mi boca queriendo comerse la vida y la vida necia déjase comer. Sus curvas oscuras, nocturnas trincheras, y la boca urgiendo donde descansar; descansa entre vuelos y nados salvajes, como un pez sin cama nadando hasta despertar. 

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