martes, 30 de septiembre de 2008

de tristezas y valentías

A mis amigas, y en especial a Dani, la más valiente esta noche

A veces nuestras tristezas se nos revuelcan de golpe y se desbordan de este vaso hecho de carne que procura contenerlas. A veces se nos revuelcan cuando topamos de golpe con el dolor aún más intenso que sienten nuestras gentes. Y lloramos, todos y todas al mismo tiempo, y pareciera que la tierra va explotarse de tanto aullido perdido, y que se inundarán las calles con nuestros llantos doblemente salados, se perderán las lunas y soles, y todo, todo; desaparecerán los objetos y las casas, y las calles, y quedaran solamente nuestro cuerpos llorones derramando sus ausencias, sus colores desteñidos, sus alientos gastados e insípidos. Ay, ay, cómo duele este doler colectivo donde se mezclan nuestras culpas, nuestros descuidos y audacias, donde compartimos lágrimas y odio hacia el mismo hijueputa, donde nuestras historias, todas distintas, todas oscuras, confluyen para crearnos esta solidaridad rendida, este color que nos empareja en un ardor simultáneo que viene de la misma cepa pero no es nunca el mismo adentro de cada cuerpo. Valentía tiene la más herida, la que carga con el curso más severo de las injusticias, y el resto lloramos desconsoladamente, sin reparo, gemimos este goteo interminable de espinas y entregamos al vacío nuestras horas sin ninguna resistencia. ¡Qué nos lleve la muerte o la vida, cualquiera, que nos lleve y nos pierda entre sus esquinas! Gritamos con cobardía ante la desgraciada impotencia y queremos salir corriendo y despellejar al mundo en un acto de arcaica desesperación. No aguantamos, dolemos, agonizamos, y sufrimos como nuestra la herida de nuestra amiga. Fracasamos en este intento de coraje, naufragamos vergonzosamente donde debíamos anclarnos. No servimos hoy para un carajo, te quedamos mal, ¡qué desgracia! Quisiera yo ofrecerte mis bastones, mis manos que son pequeñas, mi sonrisa y mis bromas. Pero hoy sólo tengo este galón de llanto que se escurre por mi cara y se escapa de mis dedos goteando. Mis lágrimas y mis tristezas hoy se juntan con las nuestras, y con la tuya sobre todo, que nos parte en dos el pecho, que nos desgarra la adolescencia, y nos duele, de verdad, como duelen los corredores vacíos cuando alguien los recuerda.

lunes, 29 de septiembre de 2008

di[a]funto

Para Carlos que me ayudó a entenderlo, y para todo aquel que hoy también se sienta embaucado por la vida.

Carlos dice que este día nació muerto y yo creo que es una buena explicación. Es un día ya caducado, gastado y lullido, que intentamos recorrer porque nos toca. Es por esto que anocheció desde las 2 de la tarde, y que no para de llover materia exótica. Es por esto que a las 6 nos envuelve la penumbra hecha desvelo, y parece que fueran las 11 en una noche de lunes sin bastones.

Yo siento un cosquilleo incómodo adentro de mi cabeza, y si no cargara con esta maldita deformación profesional afirmaría que me hormiguea el cerebro. Y también siento otro cosquilleo distinto, menos incómodo, que casi culmina en placentero, pero se pierde en extraño justo antes de llegar. Es como un titilo efervescente que se ubica donde inicia mi nariz, pero del lado interno de mi cara.

Todo esto en un día que se nos torna eterno, terriblemente aburrido y lleno de horas pegajosas que parecieran durar más que las horas de una clase de colegio. Dormí toda una noche pero apenas pasaron dos horas. Dormí y soñé los sueños que se sueñan entre semana, y escuché la lluvia, e imaginé inundadas todas las calles de mi barrio. Pero desperté y seguía siendo este lunes -¡lunes temprano!-muerto y moluscoso, del que no logro escapar por más que corro en minutera maratón.

Ahora hay un olor que invade toda mi casa. No sé si viene de afuera, podría perfectamente nacer en mi nariz. Es un olor a flores, como a lirios o reina de la noche, un olor que reconozco en las pocas ocasiones en que he visitado las funerarias. Es un olor a muerte, que es siempre delicioso y siniestro. Pero Carlos lo describió mejor de lo que he podido hacerlo yo: “hay un olor a viejo, como si este día ya lo hubieran usado.”

sábado, 27 de septiembre de 2008

Poema a dos voces

El Regreso
Le Retour

El regreso es siempre doloroso.
Le retour est toujours pénible.
Unas veces más triste que otras,
Quelques fois il est plus triste,
algunas recargadas y asfixiantemente obesas,
quelques fois il est lourd, asphyxiant, obèse,
pero siempre todas punzan en los dientes.
mais chaque fois, il nous troue les dents.
¡Cómo duele este volver-hacia-mi-casa!
Il est vraiment douloureuse ce retourner-chez-moi!
con todo lo que dejo, lo que renuncio, lo que olvido.
Avec tout ce que je laisse, tout à quoi je renonce, que j'oublie.
Regresar es siempre una derrota
Retourner est toujours une défaite
que continuamos ilusamente pretendiendo ganar.
que nous continuons illusoirement à vouloir gagner.
Al volver se me escapa todo lo nuevo,
Quand on retourne, les choses nouvelles s'échappent,
todo lo otro que jamás estuvo ahí.
avec tout ce que n'était jamais là.
Se me acaban los momentos, los encuentros, los extraños;
Les moments s'échappent, les rencontres, les étrangers;
se acaban las preguntas, la soledad, los estómagos vacíos, y las copas a medias.
les questions s'achèvent, la solitude, les estomacs vides, les verres semi remplis.
Porque al volver se deshilachan los castillos,
Parce que quand on retourne, les châteaux se décousent,
se vuelve la vida historia,
la vie devient histoire,
y ya no hay vuelta atrás.
à ce moment là, il n'y a pas de renversement.
Dejamos esos mundos y esas gentes,
Nous laissons ces nœuds et ces gens,
que quizás nunca existieron;
qui peut-être n'ont jamais existé;
que talvez sólo fueron pinceladas en un lienzo,
qui peut-être ont été de petites retouches sur une toile,
letras y puntos de un libro,
lettres et points d'un livre,
o granos de arena seca en la playa.
ou les grains de sable sèchent de la plage.
Cuando partimos ya sabíamos cómo sería el regreso,
À partir du moment où nous sommes partis,
nous avons déjà su comment serait le retour,
sabíamos que no era una huida
nous avons su que cella n'était pas une fuite
sino una simple bocanada honda.
sinon tout simplement un souffle d'air.
Y volvemos a nuestras siempre-realidades
Et nous retournons à nos mêmes réalités
con la añoranza eterna de aquello que no existió.
avec l'espoir éternel d'avoir ce qui n'avait jamais existé.
Mas si pensamos en ello,
Mais si on pense à cela,
en aquellas tierras y sus gentes variadas,
à ces terres, et ces gens divers,
en sus olores y sus huellas,
à ces odeurs, à ces traces,
no logramos afirmar que son mejores…
nous n'arrivons pas à affirmer qu'ils sont meilleurs...
Pero no importa. Podrían incluso ser peores,
Mais ça n'a pas d'importance. Ils pourraient être encore pires,
mas son diferentes; es eso lo que deseamos.
mais ils sont différents; et c'est ça ce que nous souhaitons.
Y entonces regresar se torna espeso,
Et alors, retourner devient épais
y el viaje de vuelta es siempre tres veces más largo y caluroso.
le voyage de retour est toujours beaucoup plus large et chaleureux.
Volvemos con más huecos que recuerdos,
Nous revenons avec plus de creux que de souvenirs,
con los inevitablemente nostálgicos saludos
avec de salutations inévitablement nostalgiques
y las aplastantes despedidas que se clavan como agujas en los dedos.
et les départs déconcertants qui se clouent comme des aiguilles sur les doigts.
Volvemos aunque nunca nos fuimos,
Nous retournons malgré de être jamais parti,
y mientras atendemos los usuales reencuentros
et pendant que nous attendons les rencontres habituelles
no podemos evitar cuestionarnos si este lugar
nous ne pouvons pas éviter nous demander si ce lieu
es más una piel que un envoltorio de madera.
ne cesse pas d'être une peau pour devenir une enveloppe de bois.
Volvemos a la cama por la noche,
On arrive au lit la nuit,
con el mismo olor a sábana con que la dejamos;
avec la même odeur du couvre-lit que nous avions laissé;
ponemos la cabeza en la almohada,
Nous appuyons la tête sur l'oreiller,
que con el uso de los años tiene ya su forma,
qui garde notre figure avec le passage des années,
y dormimos.
et nous dormons.
En nuestros sueños estamos solos,
Dans nos rêves, nous sommes tous seuls,
y visitamos los no-lugares que añoramos.
et nous visitons les non-lieux, que nous souhaitons.
Pero siempre a las 7 el despertador
Mais le réveil sonne toujours à 7 heures
y de golpe volver, como todos los días.
d'un coup, comme tous les jours.
Siempre. Siempre nos duele volver…
Toujours. Il est toujours triste de retourner...
aunque queramos o no hacerlo.
Bien que nous ne voulions pas le faire.
MFP (2007)
DFF (2008)

Asunto de vida o muerte

Si alguien conoce esta calle, le ruego me dé su dirección.

jueves, 25 de septiembre de 2008

¡Qué mierda con esta escasez de asidero!

Carlos, no escribí el sueño. En su lugar, intenté desesperadamente perder el tiempo. Se lo sigo debiendo, prometo tenerlo pronto. Por supuesto que no es excusa, pero aquí le dejo la explicación.

A veces quisiera yo ser un hombre robusto y alerta, para poder romperle la cara al imbécil que no para de contar chistes homofóbicos al otro lado de la mesa.

Yo salí esperando trastocar cerrojos, perder mi tiempo un rato (que es siempre mi especialidad), dejar los platos sucios, respirar. Salí buscando un refugio o exilio o aunque sea un grupo de amigos tomando cerveza en un bar. Pero lo único que encontré fueron caras de extraños tiesos, conversaciones acrónicas, pedacitos de lóbulos frontales en un rompecabezas al que le faltan mil piezas. Yo, sin ser hombre robusto, quizás debí haber iniciado una pelea, a ver si los golpes ponen al día al cuerpo que hace unos días se me descordinó. Quizás, pero no lo hice y en cambio sólo escuché, y me rosaron las risas mientras mi mirada buscaba voluntariamente perderse. Y yo que dolía y dolía, y trataba de tragar mis propias lágrimas que no acabaron envueltas. ¡qué dolor en la panza la adolescencia entera puesta en escena sobre una mesa de bar! Qué terriblemente espeluznante, qué volumen, qué indignación. Si pudiera le rompería la cara a cualquiera, definitivamente a cualquiera, pero sobre todo a ese pelele al otro lado de la mesa, que cambió sus lágrimas por seguridad.

Y yo que unos minutos después exclamaría: “¡Qué mierda con esta escasez de asidero!”, volvía con el sueño y el dolor entre las cejas, volvía hacia mi casa pensando los espacios tan ínfimamente reducidos en los que puedo sentarme un rato en el suelo (y no precisamente debido a la falta de banco). Y entonces, justo cuando ya por fin me acercaba a la soledad de mi cama, algún DJ melancólico con humor tan negro como el de dios, me regaló la serenata radiofónica más linda y acertada que podría imaginar. No solamente me puso a Jim Morrison, sino que me puso la única pieza que podía sonar esta noche:

People are strange when you’re a stranger
Faces look ugly when you’re alone
Women seem wicked when you’re unwanted
Streets are uneven when you’re down

martes, 23 de septiembre de 2008

La pipa

La pipa de Carlos no es una pipa cualquiera. Eso nos lo dejó bien claro el viejo que se la vendió. Para empezar, no es una pipa que se venda en tiendas. ¡Ni siquiera en el Mercado Central la pudimos encontrar! Claro que el paseo valió la pena, sobre todo por la fiesta de colores, sonidos y olores que se encuentran siempre en el Mercado. Y también por las conversaciones fragmentadas que fuimos escuchando, como si se cambiaran las estaciones de las vidas transeúntes, con pasos rápidos pero suficientemente interválicos como para lograr tejer historias breves. Y bueno, además valió la pena porque fue esta cadena de acontecimientos azarosos la que nos llevó a la pipa. No podría haber sido de otra forma.

Como decía, esta pipa no es cualquier pipa. Se puede tirar al suelo y no se va a romper, ni siquiera se le hará una hendija. Claro que si está cargada, el preciado material se regará por los suelos y los pantalones (como pudimos comprobarlo) y será conveniente tener a mano un foco para poder recoger las migajas y algunas otras boronas de dudosa proveniencia que aparezcan. Esta propiedad, según el viejo, se debe a su carencia de ¿venas?-¿estrías?-¿estradas? (¿alguién puede recordarlo?) que hacen de esta pieza de bambú una estancia maciza y fortísima, capaz de soportar las conmociones a las que la someten las manos torpes de algunos de nosotros, y capaz también de acompañar a su dueño en los encuentros con la vida y con la muerte.

Mas estas no son ni la mitad de las virtudes de esta pipa. Porque este maravilloso artefacto viene además con un kleenex. ¡Sí, con un clinex! Y este no es cualquier sistema de limpieza, sino que a este viejo artesano realmente le tomó trabajo diseñar y moldear con sus manos las piezas para que calzaran, para que el clinex pudiera recorrer de cabo a rabo la nariz eventualmente congestionada. Este clinex, que desaparece constantemente, pero encuentra su camino de regreso para aparecer siempre adentro del bolso de su dueño, es además amigable y versátil, y acepta con sorprendente amabilidad e inigualable eficacia limpiar los viejos mocos de otras pipas.

Pero además esta pipa, y esto no nos lo dijo el viejo (probablemente para regalarnos la sorpresa), es una pipa multisabor. Eso sí, le advierto, si usted es vegetariano esta pipa no será de su agrado. Pues esta pipa, luego de un rato, cambia el sabor de las hierbas por bambú y el del bambú por carne. ¡¿Carne?! Sí, carne, y no bistec tieso y nervioso de soda barata en las afueras de la universidad. No, no. Carnita asada, adobada con olores y salsa inglesa, envuelta en tortilla y hasta aderezada con chimichurri. No sé si es porque tenía hambre (cosa poco frecuente en mí) pero yo realmente lo disfruté. Fue como engañar las tripas con el aire y la lengua con el humo, y el cerebro con la pipa por supuesto (no podía ser de otra forma).

Así que a pesar de las múltiples peripecias y los sucesos accidentosos que suelen ocurrirnos cuando nos juntamos, a pesar de los dedos quemados, el encendedor extinto y los fósforos rusos que nadie pudo encender, anoche le cogí cariño a esa pipa. Creo que se parece a nosotros, un poco, desorientada y ambigua, encontrada por casualidad, intentando perderse entre humo y sensaciones, resistiéndose al fuego que con necedad la busca.

sábado, 20 de septiembre de 2008

volver II

Volver... Porque extraño tus ojos y ansío tus manos que hace días no recorren mi piel. Volver porque mi perra hace huelga de hambre desde que partí, porque nadie tiene tiempo para cuidar mis plantas, porque la vida cuesta y el dinero se acaba. Volver y encontrarme este cuarto vacío que alguien, mientras no estaba, intentó tiernamente ordenar. Y encontrar calles repletas de carros, de tantas, tantísimas caras que no conozco, que jamás conoceré, en mi buzón treinta mensajes necios, en el refrigerador los mismos platos llenos que dejé. Y yo, encontrarme otra vez con casa y ciudad intravenosa, con vacío-de-vida-y-muerte, con ganas de verte a vos, aunque me duelan los párpados, aunque me pese la vida y me falten las montañas. Con ganas de verte a vos y algunos otros chusmillas, que hacen tolerables las tardes en san pedro y las noches frías y calladas en largas horas de internet.

Volver de un exilio fugaz donde el tiempo se estira y se explaya en la tierra, pero aún así no alcanza, no va a alcanzarnos nunca. y volver y encontrar silencio urbano que es más bien triste y espeso, y pensar en las palabras que hace dos días le escribía a mi viejo desde el sur, mientras él me robaba la vuelta buscándome entre botellas en un bar de la capital: "Mejor no vuelva nunca, viejo, no vale la pena. Ay viejo, quédese acá en el sur."


domingo, 14 de septiembre de 2008

La semana

Las cosas raras suceden desde hace una semana. (Ah, por supuesto que ha durado mucho más de una semana, pero a estas alturas no vamos a ponernos a mendigar el tiempo. Yo la llamo semana, quizás con el afán de que así se me pase más rápido, como si con esa palabra pudiera erguir un límite, con 6 torres hechas de letra minúscula y una muralla de espacio intravocablo que no es igual que el espacio que separa mientras une a todas las palabras. Yo me empeño en llamar a este tiempo semana, y puede que sea pura rebeldía añeja, o quizás sea más bien pura superstición. No lo sé. El punto es que esta ha sido una semana plagada, más bien plagadísima de cosas extrañas.)

Algunos sucesos varios de esta semana

con especial antidedicatoria a los científicos involucrados
en el gran colisionador de hadrones


Vamos a ver, sería imposible mencionarlo todo. Yo tuve un viernes terrible, donde se me pegó un heraldo negro al cual me cuesta demasiado trabajo distraer. Y todo fue sucediendo. No pudimos escupir nuestro reclamo en los muros del colegio de psicólogos. El gobierno mexicano con sus normas estrictas nos va arrancando lentamente el porvenir. Faltan salarios, faltan empleos y posibilidades, muchos, bastantes dólares, y kilómetros de kilómetros para llegar allá. Luego una borrachera insolente que culmina en robo y resaca, y yo sin un solo cinco para comprarme un fresco debajo de aquel sol. La distancia que en cariño es más larga que en la tierra. Y en la noche blasfemia y más blasfemia, y cae el peso de ese gordo que debe ser dios, arrancándole a una distante pero en fin querida desgraciada: el bulto, el celular, la computadora, y la dinámica familiar. Y al día siguiente sobra una pastilla, y los moteles se rebasan de asalariados en día de pago, que alardean sus sueldos, sus portones abiertos, sus carros con rápido arrancador. Interrupción de domingo con desayuno tranquilo, con montañas silentes, fotos, besos, contracciones y cosquillas. Pero en la noche volver al hastío de mi desorden, y leer la amenaza de un final repentino y desgarradoramente mortal. Y ese final que logro apenas esquivar rebota y cae sobre ellos, sobre ella, que solamente quería querer. En Guápiles nos pasó encima un tornado, un tornado de a de veras, como los que se ven en la tele. Y se fue la luz, y se nos metió el agua. Al día siguiente conversación con imposible retorno, y apagón inducido que me toma por sorpresa, como todos los otros. Un día después un viejo desempleado que alucina insiste en recalcarme que me ha crecido la boca y que mis ojos se hicieron pequeños, brillantes. Y unos días después ritual que nos sostiene, humo que es mejor que oxígeno, papas, cervezas, patacones.

Y como ya me duelen los sesos de tanta cronología, voy a escupir lo que queda a como salga y a como caiga: Gata, madre de cuatro, atropeyada con pata quebrada, y la otra, madre de tres, muere con la tripa retorcida por culpa de la estética hormigada de algún viejo burgués y cabrón. Aparece una nube-arcoíris en cielo, preciosa pero escalofriante, completamente artificial. Los carros se atraviesan por las calles, se mueren las personas como en juego de dominó, bolsitas psicodélicas desaparecen en segundos, igual que las llaves maya que luego encontramos entre los calzoncillos de mi hermano. Y Esteban dice que en el registro de vehículos en Costa Rica se puede averiguar sobre buques. ¡Buques! Y hoy ya es domingo (pero eso poco importa), y el desayuno de hoy funcionó como masaje de espalda otra vez (por dicha). Carlos viene de Boruca, y puede que traiga chichas (de la buena y de la mala), y quizás mañana podamos realizar otro ritual. Y esto, todo esto, esta semana, sucede mientras un grupo de hijueputas acelera partículas en la máquina más grande jamás construida, allá bajo las fronteras francoparlantes. Dicen que podrían acabar con todo, con todos nosotros, y que nos tomaría no más de 3 segundos desaparecer. Yo no le creo a nadie pero los culpo de todo, de absolutamente todo lo que está sucediendo. Y con las fuerzas que me quedan tras esta semana de mierda les grito con mi teclado: ¡Me cago en el gran colisionador de hadrones, en el bolsón de Higgs y en la partícula de dios!

Mis compañías de esta semana

con dedicatoria especial para 5 desgraciad@s,
ya sabrán ustedes quienes son


No sé cómo la vida reúne en una semana como esta a tantas personas como nosotras, nosotros. No sé cómo revuelca un bolsón de desorientados (cuya energía negativa, les aseguro, triplica la del afamado bolsón de Higgs), y enreda nuestras derivas una y otra vez hacia el mismo punto de naufragio. No lo entiendo, como tampoco comprendo nuestro necio empeño en separarnos. Ha de ser otro de esos misterios de la vida, como el mágico funcionamiento del VHS, o la brujería que hace mi carro cuando escucha Super Radio.

Pero a ver, intentemos ubicarlo: Nos juntaron las luchas, las ganas de escaparnos a tierras valientes en noviembre, el odio compartido hacia algunos personajes (en espacial un tipejo con la quijada gigante), internet, los aerosoles, las cervezas, las papas, el humo blanco espeso. Nos juntaron los besos, las noches de canciones cursis en karaoke, la compañía en soledades, las lágrimas que postergamos, el odio a la psicología, la falta absoluta de rumbo, y el cariño, y el cariño. Nos juntó la vida, y sobre todo los meses, en momentos en que nada más podía atreverse a existir. Nos juntaron estas y otras situaciones, como juntan los semáforos a los peatones en las esquinas. Pero nos unió algo más que pura casualidad y hastío. Nos unió la tristeza innata que a todos nos conforma, que nos fluye en la sangre y se nos sale en estornudos, y ese dolor socialmente aprendido que impregna nuestras sonrisas. y así entonces tropezamos unos sobre los otros, y nos reconocemos las caras cuando nos tragan los agujeros negros. Todavía, de vez en cuando nos sorprende encontrarnos, chocando frente con frente en medio de un bochinche chino. Algunos aún reacios a mirarse, alérgicos al peso de las manos vacías. Otros, temerosos pero finalmente resignados, emprendemos la absurda tarea de construir encuentros. No por masoquismo, ni por necedad pandereta. No. Simplemente por cariño, y por sangre-tristeza, y porque se necesitan dos voces (y no voces cualquiera, sino voces dolientes) para reírse del chorro de infortunios y ausencias, para poder alcanzar ese arcoíris facial que pocos conocemos: ese que ocurre cuando las lágrimas brotan de entre los párpados, resbalan por los pómulos y caen sobre los labios, que mientras tanto dibujan, contra todo pronóstico, una sonrisa.

Nosotros esta semana

Vos y yo logramos esquivar petardos cósmicos. Al menos esta semana ha sido así. Claro, nos han pegado los rebotes, los fragmentos de piedra-calamidad recién explotada, que ardiendo humean la piel cuando nos tocan. Y por supuesto, cada quién por su lado ha recibido unos cuantos ganchos de la vida, y un par de patadas en las manos y en el corazón. Pero sobre todo arrastramos el cansancio a cuestas, la soledad tramposa que a veces brilla de orgullo y a veces de nostalgia, la frustración ante el futuro que aún no se nos acerca, y la incertidumbre, esa vieja glotona que quiere comérselo todo.

Pero ves, con todos los paquetes y maletas añejas, con mi tecleo rutinario y tus largas tareas, con todas las desgracias de esta semana fustigante, nos quedan algunas mañanas de domingo, y otras cuántas noches-cualquiera regadas entre los días de insomnio. Y mientras llueven protones y desgracias aladas, sacadas del mismísmo bolsón de Higgs, nosotros nos tocamos y seguimos vivos, palpitantes las carnes, entrelazados los dedos, humildes las miradas que no piden castillos, ni alfombras, ni trompetas, no piden más que un intervalo tibio y cotidiano, un intervalo cortaziano donde el joder de la vida se posterga, y espera afuera del cuarto.

Yo en esta semana

Creo que no conozco cosa más frágil que mi fe, comparable únicamente a mi cuota de esperanza acumulada en la vida. Y sin embargo me cuesta tantísimo rendirme, sobre todo en las batallas a todas luces perdidas. Claro, que en una semana como esta las fuerzas se agotan casi por completo. Y entonces a estas alturas se hace difícil concretar mi usual insolencia, y reclamar con rabia las injusticias del día. Me quedo saboreando fragmentos de grito en mi boca, fragmentos agrios y demasiado pequeños, que no lograron formarse ni siquiera en quejido, pero tampoco se disuelven y entonces se concentran espesando mi saliva. Me encuentro sentada con la mirada esquiva, sin dirigirla hacia ningún lugar específico, pero en definitiva a la espera. ¿De qué? Aún no lo sé, pero como he decidido dejar de retar a la vida (al menos por unos días), hoy estoy convencida de que vendrá más, de que esto no acaba. Confiar en la calma futura es convocar a los heraldos negros, invitarlos. Creer que todo ha pasado sería entregarse al flagelo iracundo del dios de los ateos. Yo no lo hago. No confío ni creo, pero hoy tampoco me defiendo. Me siento a esperar que lance la vida sus escupitajos, y no hago siquiera el más mínimo esfuerzo por esquivarlos. ¿Qué más da? A veces triunfa el cansancio, la cobardía, la derrota, el ácido láctico que arratona el corazón. Y entonces miramos con los ojos hinchados, y ofrecemos saludos con las manos espinadas. Respiramos hondo, muy muy hondo, e intentamos retener los aires entre las venas y la carne. Ah… Al fin terminamos soltándolo todo en medio de un suspiro que más bien parece bostezo.

Yo respiro de nuevo, cansada y mareada, respiro profundo mientras sigo sentada en este acto de esperar.

martes, 2 de septiembre de 2008

Carros atravesados por todos lados

Hay carros atravesados por las calles de Tibás, y por las calles de la vida, pareciera, al menos de las nuestras. Carros que no deberían estar ahí, o que al menos no suelen estarlo. Hay carros atravesados con sus luces apagadas, o con sus luces intermitentes color naranja, parados en media calle o en lugares extraños, como si quisieran decirnos algo. A veces pienso que son un augurio de estas muertes que nos cruzan, de los destinos fugaces y las despedidas pendientes que ya ni siquiera postergamos. Pero quizás son sólo carros que se atraviesan por los caminos, sin ningún otro propósito que atravesarse. O quizás llevan adentro gente que, como nosotros, carga a cuestas sus heridas, sus ojeras y algunas sonrisas pálidas; gentes que se han cansado de vagar por calles frías, y que han decidido pararse donde puedan, donde sea que hayan llegado. Gente que espera atravesar la noche, aunque sea ahí, en media calle, casi como deseando que sea la noche quien les atraviese. Gente que ocupa carros vacíos, algunos un poco más llenos, que se detienen sobre el camino sin intentar moverse.

Hay carros atravesados por las calles de Tibás, y en todos lados.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Es un dios cruel, este Cortázar

son mejores sus palabras que las mías:

El Futuro

Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado, ni en el gesto
de elegir el menú, ni en la sonrisa
que alivia los completos en los subtes,
ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.

No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes o una blusa.
Me enojaré, amor mío, sin que sea por ti,
y compraré bombones pero no para ti,
me pararé en la esquina a la que no vendrás,
y diré las palabras que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré los sueños que se sueñan
y sé muy bien que no estarás,
ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,
ni allí fuera, este río de calles y de puentes.
No estarás para nada, no serás ni recuerdo,
y cuando piense en ti pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
(J.C.)