domingo, 14 de septiembre de 2008

Nosotros esta semana

Vos y yo logramos esquivar petardos cósmicos. Al menos esta semana ha sido así. Claro, nos han pegado los rebotes, los fragmentos de piedra-calamidad recién explotada, que ardiendo humean la piel cuando nos tocan. Y por supuesto, cada quién por su lado ha recibido unos cuantos ganchos de la vida, y un par de patadas en las manos y en el corazón. Pero sobre todo arrastramos el cansancio a cuestas, la soledad tramposa que a veces brilla de orgullo y a veces de nostalgia, la frustración ante el futuro que aún no se nos acerca, y la incertidumbre, esa vieja glotona que quiere comérselo todo.

Pero ves, con todos los paquetes y maletas añejas, con mi tecleo rutinario y tus largas tareas, con todas las desgracias de esta semana fustigante, nos quedan algunas mañanas de domingo, y otras cuántas noches-cualquiera regadas entre los días de insomnio. Y mientras llueven protones y desgracias aladas, sacadas del mismísmo bolsón de Higgs, nosotros nos tocamos y seguimos vivos, palpitantes las carnes, entrelazados los dedos, humildes las miradas que no piden castillos, ni alfombras, ni trompetas, no piden más que un intervalo tibio y cotidiano, un intervalo cortaziano donde el joder de la vida se posterga, y espera afuera del cuarto.

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