sábado, 10 de mayo de 2008

Mantengamos la ira, conservemos la rabia

Cuando el mono se va y se lleva sus cosas, y nos deja cuartos vacíos pero inhabitables: mantengamos la ira, conservemos la rabia.

Cuando olvide que fuimos desde siempre compañeros, cuando no recuerde nuestra lucha, cuando pretenda, sin querer, abandonarnos: mantengamos la ira, conservemos la rabia.

Y cuando sople sonrisas y extienda sus plumas, y desfile por calles con nuevos compañeros: mantengamos la ira, conservemos la rabia.

Cuando corte su pelo, cuando cambie sus ropas, cuando se mude al oeste y llene de espejos su cuarto: mantengamos la ira, conservemos la rabia.

Cuando no nos llame ni nos busque las caras, aun si nos tiene al frente, o al lado, o atrás: mantengamos la ira, conservemos la rabia.

Pues sólo así, coloradas las mejillas y saltadas las venas de la frente, podremos contener todas las lágrimas. Sólo así, cubiertos con la ira e impregnados de rabia, podremos sostener nuestra memoria, sin perdernos en sonrisas o en perdones pasajeros. Solamente así podremos soportar su traición sin despedida y su acto de inocencia que nos punza el corazón.

Yo mantengo la ira y conservo la rabia.

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