Dicen los nuevos amigos que Marisol siempre ha estado con Violeta. Dicen también que ambas están hechas de imagen y de idea, y que viven en la mente y en la boca, y viajan en carros vacíos desde Naranjo, y acuden a reuniones, y pasean por los zaguanes. Dicen que son compañeras inseparables, como si las uniera un lazo de imagen-relación que naturalmente tampoco pasa de idea, ni de mente, ni de boca.
Lo extraño es que hoy descubro que he perdido a Violeta, y de pronto me encuentro ausente de recuerdos que me aferren a ella. No sé cuál fue el color de sus ojos, el olor de su piel, las formas de sus huesos, el sabor de su sonrisa. No logro recordarla y pienso que nunca existió. Alguien la creó por mí, para mí, pero nunca me la presentó.
Entonces me levanto otra vez sin Violeta. Y pienso que talvez murió hace ya varios años, en la boca de algún niño, o quizás de alguna niña, que comía una pastilla en un calle caliente del sur de la capital, algunos minutos antes del atardecer.
Lo extraño es que hoy descubro que he perdido a Violeta, y de pronto me encuentro ausente de recuerdos que me aferren a ella. No sé cuál fue el color de sus ojos, el olor de su piel, las formas de sus huesos, el sabor de su sonrisa. No logro recordarla y pienso que nunca existió. Alguien la creó por mí, para mí, pero nunca me la presentó.
Entonces me levanto otra vez sin Violeta. Y pienso que talvez murió hace ya varios años, en la boca de algún niño, o quizás de alguna niña, que comía una pastilla en un calle caliente del sur de la capital, algunos minutos antes del atardecer.
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