miércoles, 21 de mayo de 2008

Mi duelo

Jean Allouch se equivocó, sabés? Seguro nunca perdió lo más grande en su vida, seguro nunca lo dejó en media cuesta el amor más grande. Porque esta es la muerte, y está cargada de duelo. Esta es la muerte misma y no puede ser nada más. Yo que estuve en aquel avión agonizando por tres horas y llorando mi propia muerte, puedo decirte hoy que no hay nada más cercano ni más muerte que este día.

Es la muerte. La siento penetrando todo espacio de mi piel. Se clava entre las uñas, ahí donde más duele, y me punza y me arde cada pedacito de este cuerpo pálido. Primero comienza por los dedos, las partes más pequeñas, y va avanzando con impresionante rapidez por todos lados. Es peor que el cáncer, peor que todos los dolores juntos, es morir y morirse en cada respiro, en cada puño de lágrimas y cada segundo que vivo sin vos.

Esta es la muerte misma y el duelo completo, y no puede ya ser nada más. Cuando se acaba la vida y se pierde la persona, cuando se arranca de un solo toda esperanza y futuro. Ahí se muere, como yo, y se llora el peor duelo que puede existir. Es un duelo vivo pero absolutamente muerto. Y ahora no queda nada.

La vida, pues, quizás vuelva a comenzar, quizás se arme de repente en alguna esquina que escampa, no sé. Pero aquella, la vida que ha muerto, la vida que se fue, la vida entera… esa no va a revivir jamás. Es como un reencarnar cruel y violento en un cuerpo pálido y perdido que no tiene fuerza alguna. Es como verse morir desde un avión (esta vez tico) y ver como se acaba todo, absolutamente todo, y no se vuelve a respirar jamás.

Jean Allouch se equivocó, ves. Ayer vi morir mi vida, aquella única que tenía, y hoy lloro desde este impase oscuro el duelo de nosotros, de vos tan ausente, y de mi falta de vida.

No hay comentarios: