que cuando se pierde el tiempo
se puede encontrar el olvido.
Yo pensé que si leía cien poemas en un día,
y escribía al menos nueve en mi cuaderno,
podría descansar de mi memoria.
Pero la infancia y las ausencias,
las puertas añejas de armarios y casas,
las manos vacías,
el cuarto vacío,
y todo, todo lo que me cuesta tocar,
vuelve insolente sobre mis ojos
y me arranca palabras que no quiero pronunciar.
Yo creí
que podía perderme-sin-rumbo.
Pero perderse y andar sin rumbo son
dos cosas distintas,
conjugadas en mi vida al mismo tiempopero de forma asíntota;
sin punto de encuentro,
carcomiendo cada una un lado de mis caderas.
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