jueves, 8 de mayo de 2008

Sábanas egoístas

Bajo las sábanas parece haber calor escondido. No sé de dónde salió, yo no lo puse ahí. Talvez se acumuló en otras noches alocadas, o talvez es solamente recuerdo de enero o de agosto, no sé. Parece haber calor pero de ese que es delicioso, que se impregna entre la piel y los músculos y se vuelve vivo. Palpita entre los cuerpos y dentro del cuerpo, despierta todos los poros y los llena de sudor. Bajo estas sábanas, sí, parece que se esconde. Pero no logro aprehenderlo y por más que me cobijo sólo consigo un bochorno que se torna insoportable. Sólo me gusta el calor cuando es de a dos (o también de a tres), pero así en solitario es terriblemente pegajoso. Me molesta que palpiten estas sábanas sin vos, sin nosotros, sin mi cuerpo y sin los suyos. ¿Pero qué podemos hacer? Ya se acerca el mediodía y las sábanas hechas un puño no dan tregua. Son tan cortas y egoístas, no comparten su calor.

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