jueves, 8 de mayo de 2008

sueños tristes, como siempre

Me levanté, otra vez, con lágrimas de garganta. Voy al baño y las escupo, y en segundos aparecen muchas más. Se amotinan, se amontonan, y ocupan todas mis facciones, mis respiros y cualquier acción que pueda realizar. Es un día cualquiera, como otros, como tantos en que despierto rutinariamente. A veces me levanto así, pero a veces no. No sé bien a qué se debe. Talvez soñé algo terrible que no puedo recordar.

Un momento, algo recuerdo. Estabas en mi sueño y, como siempre, no podía tocarte. Estabas a mi lado pero nos separaba una cortina transparente de culpas y pesares, de miradas ajenas, futuros distantes, y de tantos, tantísimos besos no dados. Estabas en mi sueño tan cerca, como ayer, pero siempre inalcanzable. Me miraste, como siempre, con excesivo disimulo que se nos torna doloroso, procurando que nadie sepa que morimos por huir hacia un potrero frío y solitario, quitarnos toda la ropa, y de paso desvestirnos de las culpas, las miradas y los pesos. Y darnos todos los besos, todos estos que acumulamos tras los labios y bajo la lengua, y que hinchan las mejillas y arden el hígado y los dedos. Pero esa mirada, como siempre, no pasa de mirada, de comprensión tácita y pacto ocular, de yo-también-lo-siento pero imposible, de ¿-qué-vamos-a-hacer-para-vivir-así-?

Es terrible, ves; es muy triste. Ni siquiera en mis sueños puedo tocarte.

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