jueves, 8 de mayo de 2008

Mi día aburrido de ayer

Ayer me dolió la cabeza y eso casi nunca pasa. Yo creo que fue el calor y una irresponsable exposición al sol de cinco minutos frente a la biblioteca. Pero también pudo ser el cansancio, el hastío, la ridículez de la universidad y la ansiedad ante la renuncia que se acercaba en la noche. Después nos vimos en su cubículo, él y yo, y por un rato dio tregua mi dolor. Pudimos, contra el tiempo, enredarnos y besarnos, y rasguñar los minutos que son demasiado tacaños. Luego él se fue y me quedé sola, y trabajé rápidamente a pesar del dolor. En la noche renuncié y luego volví a mi trabajo. El dolor me persiguió hasta la cama, se durmió conmigo, y en alguno de mis sueños armo un campamento y se quedó.

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